miércoles, 18 de diciembre de 2013

El sí de las niñas

Un sí mueve al mundo. Basta que aparezca para unir, intercambiar, acordar, hacer guerras, construir o destruir. Es la conclusión de un proceso en el que se ha evaluado la posibilidad de afirmación, y se afirma. Sí: dos fonemas poderosos que decimos todos los días con varios pretextos, aunque no siempre signifiquen lo que parece. Porque después de darle muchas vueltas al asunto del abuso sexual y de la discriminación por género, a propósito del caso de Yakiri Rubí Rubio (a quien dictaron auto de formal prisión después de haber denunciado un abuso sexual cuyo perpetrador murió durante la ejecución, desafortunadamente por muchas razones), me llegó esta claridad, que puede ser momentánea o duradera, de que una de las grandes causas para esto es la falta de educación que tenemos en general para decir que sí. Un concepto tan breve, sencillo y generoso se ha vestido de tantas cosas que hoy, a esta hora, bajo esta luna, pienso que detenernos en él puede aportar un poco de luz. Al final escribir es desenredarse y a veces, desenredar al otro. O enredarlo de otras maneras, lo que siempre es bueno.

La ausencia de sí no siempre es negación; sería ver el mundo en un triste blanco y negro que no se parece en nada a esta vida nuestra en la que hay tantísimos escalones entre un extremo y otro. Se llaman matices y son los mejores amigos que podemos tener. Un sí auténtico se reconoce a la distancia sin pronunciarlo siquiera; si no aparece, es un vacío que no necesariamente es no, pero tampoco admite nada. Y hay que obedecer a eso, no se trata de la lógica maniquea del “si no estás conmigo estás contra mí” o de la admisión por default: hay tantas opciones, tantos panoramas, tanto margen de error y espacio para moverse, que lo peor que podemos hacernos es condenarnos a emitir siempre juicios apresurados y peor aún, creer que porque ya manifestamos algo somos esclavos de nosotros mismos, cuando en realidad estamos en constante cambio. Decir un sí, o su contrario, no nos compromete a nada posterior. Por eso no es posible que se acuse a Yakiri, pues si bien existe la posibilidad de que su versión no se apegue a lo que en realidad sucedió, basta ver el contexto para indignarse tan sólo por el trato que se le ha dado. Que investiguen, sí, porque por mucho que el caso toque tantas fibras sensibles, la labor de un sistema judicial confiable es dejar a un lado lo subjetivo, así como la labor de la sociedad civil es ponerlo en primer lugar; pero que no se dé un veredicto exprés que da cuenta de tantos prejuicios ajenos a la impartición de justicia, que sólo puede sentirse asco ante él.

Porque ese sistema judicial reproduce muchos esquemas que existen fuera de él, y que son justamente los que me incomodan más en lo personal, porque a todos (y quizá más a todas, por el ámbito concreto al que hago referencia) nos ha tocado vivir sus consecuencias. Contaré de mí porque es de lo que puedo contar, pero seguro que cada cual tiene historias al respecto. Hace poco, por ejemplo, caminaba por la avenida Revolución vistiendo un bonito vestido rojo y unos hombres a lo lejos me gritaron el clásico piropo guarro que hace alusión a ese color, mismo que omito aquí por puritito pudor; sin embargo, no me ofendió sino al contrario, me dio risa y me dejó pensando en lingüística (conté las sílabas y todo), además de un montón de cosas. La verdad es que a mí no me preocupan tanto los piropos banqueteros, ni el uso del masculino/femenino en cada palabra, ni otras manifestaciones machistas pasivas: me preocupan sobre todo los cercanos que pueden pasar del dicho al hecho y peor aún, los que se asumen cercanos, como si la sola presencia del otro (otra) fuera ya una invitación para una fiesta que generalmente sólo existe en su cabeza. Me aterran las personas que en automático llenan cualquier vacío con un sí, o que de plano lo entienden aunque explícitamente se les diga lo opuesto.

Pensar en esto me ha hecho revolución porque justo en este año me ha tocado lidiar con situaciones que han puesto en juego mi propia postura ante la cultura de la “provocación” femenina a partir del manejo de la imagen, el trato y las palabras. A mí me dio apenas por hacerle honor a los “selfies”, por abrir mi pensamiento hacia otra idea de la sexualidad y explorarla en mi escritura, inventándome destinatarios que no se corresponden con nadie real; también he logrado al fin tratar a los hombres y mujeres que admiro con cariño y entusiasmo genuinos, sin reservas, quitándome prejuicios del “qué dirán” y demás falacias. Pero de repente me encuentro con filtros que distorsionan estas expresiones y he tenido justamente que aprender a reconocer y a valorar mi propio Sí, lo que no ha sido siempre bonito. Y sé que no soy la única a quien le sucede esto, y me preocupan mis alumnas, por ejemplo, que viven esto todos los días y ya no saben cómo salir del círculo que muchas veces les da satisfacciones (de las que se sienten culpables porque se asumen provocadoras, provocativas), pero que también les ocasiona muy malos ratos. Por eso me interesa decir: no se equivoquen. La sonrisa de una mujer feliz, el trato afectuoso, el compartir tiempo o la escritura erotizada no significa acceso a nada más, como un beso no significa acceso al coito, una cita no significa interés romántico, una golondrina no hace verano ni ir a la escuela significa aprender. Como tampoco un sí particular significa un sí general.

El sistema político y económico en el que vivimos nos obsequia contradicciones a cada segundo. También ellos se han beneficiado del vacío de sí en que vivimos y sobre esa base funciona, para empezar, eso que llamamos democracia (el muy discutible sí del voto entendido como el aún más discutible sí a toda acción del gobernante) y de ahí, lo que vemos todos los días en las noticias. Pero nada pueden hacer, si no lo permitimos, con los puentes que trazamos de persona a persona, y ahí es donde creo que podemos incidir con un cambio de estructuras de familia, amigos, pareja, conciudadanos. Aprender y reaprender el sí: a sentirlo, decirlo y escucharlo. Un sí es una expresión de la conciencia en positivo: es propuesta contra el reclamo y enojo del no, que también hace falta educar. Las agresiones sexuales suceden porque se da por hecho que siempre hay un sí escondido o sobreentendido: como quienes piensan que las figuras públicas (que no servidores, que de ellos sí es su trabajo) “tienen que” responder siempre de buena manera y atender a sus seguidores. Porque seguir se convierte en exigir; admirar se convierte en poseer; amar se convierte en pertenecer.

No me gusta cuando alguien invalida el punto de vista de otro argumentando que no se puede opinar de algo que no se ha vivido; por supuesto que se puede, y se debe, pues de las experiencias ajenas se construye el imaginario colectivo y de los desacuerdos, nuevos acuerdos o al menos intercambio. En mi caso personal, esto lo he aprendido a la mala y quizá por eso me mueve tantas fibras el que suceda algo como lo de Yakiri y darme plena cuenta de que no está tan alejado del día a día de todos, de manera tal que pasa desapercibido de tan evidente. Por eso escribo de esto y no de otras cosas, aunque confío en que todos tenemos banderas que nos interesan y que compartimos: esto de opinar es un trabajo en equipo. Porque al final todos quienes tenemos una posición privilegiada de educación, satisfacción de necesidades básicas y acceso a otros puntos de vista podemos decidir con mayor profundidad y a veces logramos dilucidar algunos puntos que urge compartir con la idea de que aportarán al debate, y de que el debate podrá permear aunque sea un ápice en la realidad realmente preocupante, la que a veces se nos esconde o se nos olvida: la de quienes no tienen opciones.

Yo seguiré publicando fotos de mi cara o de mis piernas, escribiendo lo que se me antoje y perfeccionando el método del “sí, cómo no” ante aquellos faltos de matices cuya educación sentimental no da para pensar en otro tipo de relaciones hombre-mujer que no sean románticas, y estoy aprendiendo a verle el lado divertido en tanto juego ocioso en el que cada vez estoy más a salvo; pero no hay que olvidar que mucha gente no tiene siquiera margen para divertirse. Es cierto que no podemos cambiar el mundo, pero no hace mal contribuir a veces a intentarlo desde la trinchera que nos hemos construido. Opinar, tuitear, ironizar, poetizar, leer, platicarlo, discutir, escuchar, intercambiar, contar, cantar, dibujar, no sé: cada quién tiene superpoderes que funcionan ante todo para el totalmente válido placer individual, y que no está de más usar de repente para el bien común, para el placer colectivo. Lo que no nos obliga de ninguna manera a hablar sólo de eso ni a esperar siempre el gesto solemne de quienes se han manifestado ante algo: sería, otra vez, la lógica del “sí o no”, sin matices.

En el caso concreto del machismo y sus ramificaciones, tampoco se trata de actuar con extrema cautela bajo el temor de que cualquier cosa que se diga o haga sea tomada como machista, ni de construirnos un nicho en la idea del “sólo para mujeres”, porque sigue siendo un tipo de discriminación en muchos sentidos y eso da pie, tarde o temprano, a un muy comprensible hartazgo que juega en contra del cambio de estructuras. Creo que se trata de responsabilizarnos del yo ante todo, de preocuparnos a solas por demarcar nuestros propios límites para ofrecer a los otros un mapa cuidadosamente trazado, con la confianza de que podremos reconocer los momentos del sí, de su ausencia o de su contrario. Y de que una vez admitido algo podremos acordar nuestras propias reglas y dinámicas con base en escucha, y no en dar por hecho absolutamente nada. Me gusta ponerlo por escrito aunque se pueda tachar de idealista, porque expresarlo es una puesta en práctica que me ayuda a esclarecer mi propio actuar, por lo pronto, y a poner sobre la mesa una postura. Generalmente le jugamos a la neutralidad y está bien, porque tampoco se trata de andar buscando siempre confrontaciones gratuitas, pero hoy con esto se me ha disparado tanto que quise compartirlo. Y eso, de inicio, ya es un sí que me gusta.

Estoy convencida de que es en las pequeñas acciones donde se originan los cambios, y si bien quienes hemos vivido experiencias agresivas sabemos que se aprende mucho y que termina por ser un parteaguas positivo la mayoría de las veces, lo que deseo y en lo que quiero aportar para la generación de mi hermana, de mis alumnos, de mis sobrinos y las que vengan es que no tengan que aprenderlo en carne propia, sino que se encuentren con una sociedad que los bienviene y los dispone para escuchar su propia voz. Que si les falla el sistema político y económico, como le ha fallado a Yakiri y a tantos otros, tengan otro sistema que los respalde y les enseñe que no es ése el único rostro del mundo. Porque no lo es. Yo no sé ustedes, pero a mí ahora me parece que podemos empezar a solucionar desde lo que nos sí nos pertenece, que somos nosotros, para acercarnos un poco más a esa sociedad en la que cada quién se haga cargo de sí mismo, desde el sí mismo.

Y a sí.

martes, 17 de diciembre de 2013

Así que esto es volver (2007)

(Escrito por mi yo/ella del 5 de octubre de 2007.)


Me gusta concluir. Vuelvo una y otra vez a observar mis obras, pero siempre, siempre parecen tanto de alguien más. Qué estará poblándome las manos, qué gusano abismal se me coló en la mirada. 

Huesos. Pero es que yo no tengo nada. Estoy en ese punto que tú sabes, meciéndome. Qué hallaré al otro lado.

Me espantan las alfombras porque devoran todo. Prefiero los suelos desnudos, fríos y llenos de huellas.

Qué estaré pensando ahora.

Conozco los caminos de los mapas, (¿y entonces?), siempre marchamos hacia donde no partimos. Qué será preguntarse cuándo, cómo. Por qué desear que las cosas armonicen. 

Para qué la poesía, para qué. Si sólo estamos huecos desde el inicio.

De dónde tantas aguas. Pareciera que nunca estuvimos en la niebla. Y estamos.

Cómo es que decidimos. Cómo el canto, los niños, la fuerza, el vino, las coristas. Qué sensación tan grande, quedarme suspendida en aquel viento. 

Qué sonrisa entender, señor Freud: en este yacimiento no hay arena.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Del barro



Mentir te ha hecho esclavo de ti mismo,
marioneta de trapo, ser banal,
cerca estás ya de ser el animal
que da el paso en el borde del abismo.

No podrías hacerlo ya tan mal
que la memoria vuelvas espejismo,
¿o a tanto llegará tu egocentrismo
que mentira y verdad te den igual?

Como sea, levanta la mirada
y aléjate del claro de mis días
antes que mi desdén te vuelva nada;

y si acaso, humanito, pretendías
que mi amor fuera tuyo en desbandada,
pobre de ti: qué poco me sabías.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Serie: Silencios (III)

Murió: lo leí
esta mañana.

Se dispuso mi cuerpo al
conocido rito
de ser caparazón incontenible,
porque un peso reparte el universo entre
quienes quedamos
cuando alguien ha partido:
aire no respirado que
en milímetros cúbicos
reciben los pulmones y a acostumbrarse;
se abren vacíos
para palabras nuevas;
un eje nocturnal se desocupa,
maquínanse los sueños despojados de estepa,

murió.

Lo leí esta mañana.

Y era un eco apenas en la pantalla gélida,
un eco apenas en el reloj del eco
y mi cara empezaba a enrojecerse
cuando volvió a morir.

Y otra muerte.

Y otra.

Se pronunciaba tanto la huida en esas letras,
línea tras línea:
“parte”                                “memoria”
                “esta mañana”

y era la misma muerte
demacrada
eran los mismos ojos de nomeolvides
pero eran otras voces
nombrándola y yo sentía
-que me perdone alguien-
que a cada enunciación fosforescente
esta arenosa muerte
también palidecía
también adelgazaba
las cuencas de mis manos

y otra

y otra.

Muerte sobre sí misma
dicha una,
dos veces,
como rezo aprendido.

Y luego las respuestas: “una pena”
“quiera el dios”                   “cómo fue”
“mi pésame”
                           “mi olvido”


Ellos tan muertos ya, cómo explicarte
que a mí se me remueren
cada vez que lo dices / que las letras violentan
su descanso
que ese grito en potencia ametralla
mi oído
aprendiz de sordera / 
la ventana
hacia adentro.

Y otra. Y otra.

Que no me diga nadie de la muerte
     o díganla una vez

y váyanse a callarla.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Una. Los puntos.

He nombrado la brújula, usted viaje:
puede tomar el norte si no hay viento,
puede también buscar el movimiento
del devenir sombrero en un tatuaje.

Hemos hablado ya de aquel paisaje,
de la ventana azul que experimento;
usted y yo sabemos que le miento,
no soporta verdad nuestro equipaje.

¿Qué habrá de suceder tras estos versos
cuando usted se los diga a su vecino
y se vaya a soñar cuentos perversos?

Quedará la pregunta sin destino,
pues al dejar entrar mis universos
vaya usted a saber qué cosa vino.

martes, 19 de noviembre de 2013

Cábala


vuelvo sobre mis pasos
tiránica hasta cruel
qué son las voces dime
las voces que has borrado
las que ya no te importan
las voces son soberbia
pero también soy ésa
también soy la que ostenta
la que posa y saluda
ésa soy el retrato
la palabra del mes
el disfraz compartido
hay algo siempre turbio
hay algo más sonrisa
dejas de sucederme
por mirar hacia afuera
por la calle y el ruido
que ya no es grito ciego
que ya es el solo caos
de aquello inmaterial
mudado en la fecunda
ceiba de los que no
saben de los que no
fincan paracaídas
el paso el paso el otro
yo respirar yo espasmo
qué me importa qué digo
de pronto llega el agua
que es decir siempre el ritmo
a dónde vamos agua
pregunto y es su arrullo
de sal el que responde
vámonos y suspendo
por un momento el quién
yo noche sobrescribo
me alejo de la punta
de este lazo hecho nudos
a dónde vamos tierra
porque es tierra también
lo que se hunde
y el lápiz toca tierra
en la hoja y en ella
se mitifica el verbo
el cuerpo es ese verbo
sólo queda caer
caer y qué contiene
caer y qué con eso
creer para dormir
se necesita el sol
la mentira y la nube
y el ojo de otro siempre
verá como en ventana
la vida que nos rompe
yo qué voy a pensar
la vida que nos abre
tú qué vas a sentir
ustedes ellos nadie
nosotros sin embargo
él ella los vecinos
siete refugios anda
destéjete heptasílabo
ya dijiste soberbia
ya dijiste borrar
tan pequeño que eres
tan dulce tan clarito
apenas un respiro
arte menor meñique
de lengua brevedad
el perfecto escondite
para la confesión
de cortísimo aliento
sea sea la ráfaga
-------
ay del pobre tendón
)()()()
quién me dicta no sé
pero existe quien dicta
como existen las diásporas
recuerdo de túnel
ya cerca la luz
mirar
partir
vagón
que va
no
más
fin
¿y?

domingo, 10 de noviembre de 2013

Oda y sea


Agua, usted, que se anida y me descampa
fosilcierto, febrílago, distáctil,
como airena sismóvil y retráctil
envuélvame con tornos casiestampa.

Y un framor pequeñito, pterodáctil
llégueme de sus ojos, donde acampa
esa respirotecnia que me astrampa,
me tropierde y malpieza, multifáctil.

Enazóreme el rumbo, usted que puede,
entre el tordo y la narda hipnorecíbame
que por usted el mundo me zurcede;

Rompa el atar de ser a donde íbame;
prelúdico, mi trenza desenrede
y con dedos de sol, ustedescríbame.

¿Severo o revés? El juego de los sentidos



*Texto publicado en la revista Parteaguas, del Instituto Cultural de Aguascalientes; Núm. 29, septiembre-diciembre 2013.

Vamos a hacer lo siguiente: piensa en una palabra, la que sea. Visualízala, instálala frente a ti donde puedas recorrer a través y alrededor de ella. Siéntela en el tacto que todos tenemos bajo el pensamiento. Oblígate a no asociarla con un objeto ni nada concreto, sólo tómala en su propia materialidad. ¿Listo? Ahora empieza a moverla, cambia sus partes de lugar, dale vuelta, paséala por tu voz y dale sonidos distintos, ponle una flor por aquí y una esmeralda por allá; píntala, escóndela, encuéntrala, hazla vertical y luego horizontal. Ensúciala, agótala: juégala. ¿No te parece que ahora es más tuya?

El lenguaje es el juego maestro. Hecho de una materia flexible, pegajosa y moldeable, se extiende y se encoge a placer, se adhiere y se reconstituye formando lo que deseemos porque él mismo es la ventana desde donde lo vemos todo: nada se le escapa, y si el universo humano se expande, lo hace él también. Ahí están todas las reglas y todas las rupturas, aunque a veces nos tomemos los asuntos muy en serio, olvidando que la realidad está hecha de invenciones, que llegamos a ponerle nombre a lo que ya era, que nada sabemos con certeza, que la comunicación sólo nos acerca a interactuar –y a veces intervenir— en esto que existe con, sin y a pesar de nosotros.

Por eso a mí me gustan los recovecos en los que viven esas criaturas entrañables que hacen de la escritura y el habla un ejercicio lúdico: juegos de palabras, les llamamos; vuelcos del lenguaje, giros de la retórica, divertimentos que viven bajo la lengua y esperan cualquier momento para saltarnos al paso y provocarnos una carcajada del que vuelve a tener cinco años y se asombra por las posibilidades. Es como si todos los elementos saussurianos salieran al patio de recreo y se organizaran con sus propias reglas. Si se tapan los ojos y a la cuenta acordada salen a buscar a otra, adivinanza; si llueve y se quitan los vestidos para danzar sobre la tierra húmeda, limerick; si se cuentan su día cantándolo entre risas, copla... ¿Cuántas posibilidades hay para que las palabras jueguen entre ellas?

Vamos a hacer una cosa más: te voy a enseñar a pensar al revés como a mí me lo enseñó mi amigo imaginario. Dale la mano a cualquier otra palabra; “deseo”, digamos. Camina enfrente de ella y conviértela en sonidos largos, acompasados, en ritmo a cada letra: d-e-s-e-o, d—e—s—e—o... Está todo listo para saber que dar pasos hacia atrás no es –como dicen los adultos— un retroceso, sino un mirar distinto, un recaminar en una especie de viaje tan divertido como ver una película completa pulsando el rewind.

¿Qué dice el deseo si lo miras en reversa?: oesed, o-e-s-e-d, o—e—s—e—d... Un aparente sinsentido que viéndolo de cerca, no es sino un sentido en plena construcción, pidiéndote lo que le falta. Juégalo, ponle pausas, llénalo, es tuyo: “o ese d...” Ahora arriésgate, porque no hay juego sin riesgo: alarga la palabra y vuélvela un espejo, por cada letra que agregues hacia adelante, regresa y agrégala también en simetría perfecta. Puede ser que te equivoques, porque no hay juego sin error, pero son errores disfrutables si entendemos que lo que está en medio es el puro placer de poner a funcionar nuestro decir de maneras hermosas, divertidas, memorables. Y cuando encuentras el camino en el que estás diciendo realmente algo de ida y vuelta, la alegría es indescriptible... Porque no hay juego sin alegría:

O ese desearte leer,
con revés alar, imita a ti.
Mírala,
no cree letra ese deseo...

O con “amor”:

La marea cesa: ¿dan o reparto?
No calla hoy ese amor-ala...
Al aroma, ese yo, halla con otra;
pero nada se caerá mal.

O con palabras que, de plano, no habrías imaginado:

¿O los nacotes se tocan, sólo?

No va, ave, Lacan: a la naca le va Avon.

O con la intención de reseñar un libro:

¿O vi?
Voy, leo "Las olas":
salo, salo el Yo.
Vivo.

Lo de menos es probar con cada palabra y desechar aquellas que no se dejan atrapar en su revés; siempre habrá alguna que sí lo haga, que quiera jugar contigo, y otras que se le vayan adhiriendo hasta formar sentidos y sinsentidos que nunca se hubieran formado sin la forzada ruptura que lejos de doler, las vuelve únicas. Pero no sólo a ellas: lo entrañable de cualquier juego lingüístico es que reinventa profundamente no únicamente al acto de enunciar sino al enunciador y por ende al receptor, al código, al canal, al contexto. El pensar palindrómico es sólo un ejemplo de ello y me parece perfecto porque juega justamente con lo que tanto tememos: que todo esté de cabeza. Así que cuando la vida te dé un revés, haz un palíndromo.

Justamente, uno de los aspectos más bellos en estos ejercicios lúdicos es que nos reconcilian con los que al paso del tiempo y la edad se vuelven nuestros miedos más profundos: el retroceso, lo fuera de lugar, el equívoco, la pérdida, el sinsentido. Pero precisamente por ello se vuelven tan necesarios, porque cumplen con el principio gadameriano de que a través suyo ensayamos la manera de enfrentarnos a situaciones que requieren de nosotros ese gesto adusto del que debe entregar un proyecto, dictar una conferencia, completar un importante formato. ¿Por qué el juego hace la diferencia? Porque si detrás de todas estas acciones de gente seria hay un ser lúdico que se ha atrevido a romper las reglas en su espacio más seguro, el horizonte se amplía, se consideran todas las opciones, la risa está de nuestro lado. Para todo jugador, cada acto en sí mismo se disfruta con la misma sangre en torrente que corrió durante el juego.

Vamos a hacer lo último: te regalo un pasaje para el mundo en el que no importa tu nacionalidad porque lo único que debes hacer es seguir al Conejo Blanco, ¿ya lo viste? Ahora estás en donde el sentido se despoja de reglas; ése es el juego, que entiendas lo que no entiendes. Que te animes a decir desde otro lugar donde se celebran los no-cumpleaños en vez de los cumpleaños, donde las rosas se pintan de rojo bajo el reinado del “porque sí”, donde se hace tarde siempre aunque no sepamos para qué. ¿Te suena? Lewis Carroll, padre de Alicia y según muchos, fundador de esta cultura tan inglesa del nonsense o vacío de sentido, fundó también Wonderland como la tierra en la que lo que pareces percibir no coincide con las ideas preconcebidas de un mundo que, quizá erróneamente, creemos estructurado (¿y lo es?). Esta filosofía que da para tanto tiene su propio juego de palabras, el limerick, que encierra todo ese sinsentido en cinco versos que no dicen nada pero se disfrutan de otro modo. Como en éste, del propio Carroll:

There was a young lady of station
"I love man" was her sole exclamation
But when men cried, "You flatter"
She replied, "Oh! no matter!
Isle of Man is the true explanation."

Y como en el fútbol, una vez dadas las reglas del juego éste puede tener lugar en cualquier cancha; así es como el limerick deja de estar anclado a un idioma y construye sinsentidos perfectos, si cabe, adaptándose a cada lengua, a cada cultura, a cada forma de enunciar. Como lo hace el haiku, el corrido, como puede hacerlo el propio palíndromo, las calaveritas o cualquier otro vuelco del lenguaje: El juego es un viajero que desembarca en cualquier puerto. María Elena Walsh, por ejemplo, escribe un libro de limericks y demuestra que la criatura se siente perfectamente cómoda en nuestra lengua española, que se pide permiso a sí misma para aceptar este nonsense al que por naturaleza no le importa ser de todas las maneras posibles e imposibles:

Si cualquier día vemos una Foca
que junta margaritas con la boca,
que fuma y habla sola
y escribe con la cola,
llamemos al doctor: la Foca es loca.

Lo precioso aquí, y el punto a demostrar, es que jugar nos hace libres. No sabría decir de qué, pero entenderás la sensación de ser capaz de nombrarlo todo y renombrarlo a voluntad, cual los zapatos-ataúdes de Nicanor Parra. Una vez entendido el juego, no hay límites; incluso las reglas son potenciadoras de libertad al dotar de la mínima estructura necesaria lo que por otro lado nos da tanto en qué pensar, tanto qué hacer, tanto qué imaginar. ¿Qué es la imaginación sino un cuarto de espejos-puertas cuyos reflejos, provocados e involuntarios, se proyectan infinitamente hacia el ventanal del universo? Libertad absoluta, interior extendido: bien jugado.

Y si de los palíndromos siguen los limericks, y de los limericks las adivinanzas, y de las adivinanzas las coplas, y de las coplas las bombas yucatecas, y de las bombas yucatecas las décimas jarochas, etcétera-etcétera-etcétera, el camino se vuelve un absoluto parque de diversiones. Porque, ¿qué es lo que importa en el juego? Las reglas, la cancha, el disfrute del error, el hallazgo, el reinicio, la meta, la reinvención, la brevedad, la certeza del game over, la prueba superada, el aquí, el ahora, las alternativas. Y cuando son las palabras las que materialmente entran a poner el sistema de todos los días en perspectiva de puro disfrute, la ventana se abre de par en par. Lo que se deje entrar será siempre ganancia, belleza, libertad, y eso redundará en nuestro “otro” juego, aquél en el que nos disfrazamos de gente seria.

Juguemos, entonces: tú la traes.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Sicomoro


La aguja parpadea, nudo en tránsito y qué somos, qué sentimos, cuánta emoción varada en manantial de días, minutos, labios tersos. Puerta se abre, se abre y no hay manera: se abre. Hay veces que la punta del lápiz es lengua conteniéndose, dando vuelta, borrándose a sí misma. Que hable el respiro al cuello, mejor, por qué entintarse si el mar es del que viaja así, sin redes. Y el otro es un viaje distinto, ajeno, siempre. Mas se puede el codo a codo y el asombro, manos únicas, nuevos alfabetos. Se abre. Lo único es el tiempo de antemano el querer de antebrazo el mundo de anteojos desde noches sin sueño. Ese yo y ese usted que se deshojan en nombres cuyo instante es el fruto.

Llave de arena para cerrojo de agua.

viernes, 9 de agosto de 2013

Año dos





Una vorágine: eso han sido estos dos años para mí, adentro, conmigo.
La intensidad.
Un ventanal.

Es lugar común decir que cada vez que deseamos hacer un alto en el camino para mirar lo que hemos recorrido, parece que sólo hemos vivido un instante.

Hoy quiero dar la vuelta a ese lugar común.

Hoy veo mi último año en esta ciudad preciosa y sí, se aglutina con los otros que he vivido, pero su densidad es lo distinto. Es como si se hubiera creado para mí un campo de algodones sobre el que puedo andar sin temor a caerme o lastimarme. Una delicia.

El buen pretérito sublima cualquier verbo, cualquier tiempo.

A final de cuentas, después de haber enfrentado mi primera pérdida irremediable de alguien queridísimo, me quedo con la idea de que todo esto consiste en atravesar y atesorar, de principio a fin, historias que nos harán perfecto ese segundo antes de morir. Ahí, en ese último respiro, nos sostendrán todas las certezas alcanzadas y sabremos que Fuimos. A eso llamaría misión cumplida. A eso, sin conflictos, llamaría felicidad.

Los recuerdos no son adornos ni refugios: son el aire finamente cristalizado alrededor nuestro. Ventanales a medida. Materia de sueños. Heroísmo.

Hace un año di mi testimonio, aquí mismo: tenía una sonrisa y tenía corazonadas. De estas últimas, todas se cumplieron. Todas. Viví intensamente el proceso para entrar a una maestría de la que curso ya el segundo semestre y cada vez que camino por mi UNAM me da un vuelco el corazón, lo que es decir a diario; comencé el que ha sido quizá mi mejor año como profesora; bienvine personas hermosas en mi vida y despedí a otras justo a tiempo. Validé mis propias letras, las capitalicé y hasta las defendí con uñasdientes de diva ante la falta de ética. Renuncié, dije no; dije sí, acepté. Pensé en el revés y el sinsentido. Recobré estructuras. Escribí y leí como no tengo memoria de haberlo hecho antes.

Dije todo, y hasta de más.

Me disculpé de antemano por estos arranques de honestidad exhibicionista y por mi exceso de lirismo en la praxis; después de todo, son parte de mí. Me hago cargo de ellos. Y me gusta.

Seguiré festejando mi aniversario de regreso a la ciudad de México porque definitivamente marcó un parteaguas en mi vida. Hay gente que me conoció antes y ahora casi me desconoce; y aunque honestamente creo que no es para tanto, quizá puedo aceptar que me pasó algo muy parecido a lo que llaman el “segundo aire”.

Curioso, en una ciudad donde la calidad del aire es cuestionable.
Pero yo también lo soy.

Y me gusta.

jueves, 1 de agosto de 2013

Primero insomnio


Negra el agua en el pozo de la noche:
el insomnio nos toma por certeza
y nos insta a nadar en la represa
de oscura humanidad, del no reproche.

A medio mar, a medias la sorpresa,
el sopor absoluto del derroche
cierra el silencio turbio con el broche
de la más pura y pródiga belleza.

Fantasma en espiral, casi vampírico:
se desdice, se da, pero no sana;
lira lo anuncia y nunca llega lírico.

Es así la vigilia, una ventana
que en los tiempos del otro y su yo onírico
se desvela, se posa y empantana.

sábado, 20 de julio de 2013

Falso testimonio


Ni siquiera renunciar: el absurdo está ahí. Se imprime, se publica, se dice y nada cambia. No hay abrazos para nadie con mi rostro. Se usa la mirada de quien sueña la muerte, se llora, se agoniza. Da lo mismo. Es igual ser la víctima que ser el verdugo, cuestión de maquillaje y de vestuario. Se abandona, se vuelve, se es invisible para quien importa. ¿Y? Ya no son siquiera nada estas palabras. Ni sonido ni voz, ni lluvia ni equilibrio: mecanismos apenas de un no dios que se posa sobre dientes de león, a punto el viento.

lunes, 15 de julio de 2013

Si él mi gato, yo su humana

Yo no sé ni me importa cómo sean otros gatos. Él se llama Lucas pero todos quienes lo queremos le decimos "Gati". Es gritón, chistoso, sentido, dormilón, juguetón, cariñoso. Cuando alguien me hacía llorar hacía guardia junto a mí y no se me despegaba. Yo le platicaba todo. Nos gritábamos mucho y luego nos reíamos de lo histéricos que éramos. Se dormía junto a mi almohada aunque sabía que no me gustaba, de preferencia encima de mi celular como también se acostaba sobre libros o cualquier cosa que pareciera importante; se cobijaba solo como bebé; se metía al clóset cuando había mucho ruido y así alguna vez creímos que se había escapado en la primera mudanza en Aguascalientes. Luis, mi ex, y yo le escribimos poemas; aunque el de él es uno de los más hermosos que he leído. Jugaba a las escondidas con Jimena, quien le escribió una crónica preciosa el día que lo esterilizaron. Era capaz de reconocer el sonido de una lata de atún abriéndose estuviera donde estuviera, dormido o despierto; pero si era atún en aceite, no gracias: el joven de nueve años debía cuidar esa panza que le colgaba (según Yadira, herencia familiar). No creo equivocarme si digo que todos cuantos lo conocieron le sonrieron de inmediato: era, es, un gato con la buena vibra que suele atribuirse a los perros. Hay tantas anécdotas, que seguro seguiré escribiendo sobre él todo el tiempo. Ni siquiera lo consideraba una "mascota", era un compañero: a veces parecía un marido posesivo, a veces un hermano; a veces, las más, el más entrañable de los amigos.

Cuando me mudé al DF y él me alcanzó, todo parecía felicidad. Pero no: mi nuevo espacio no era apto para Lucas Gati. Intentamos todo, él y yo, y a veces parecía que ahí la llevábamos. Estuvimos así casi dos años; pero él no estaba feliz. Una mascota no es sólo un acompañante para el tiempo que estás en tu casa: debe tener libertad, opciones, aire propio; él ya no lo tenía conmigo. Después de mucho pensarlo, busqué un sitio para contactar adoptantes y aparecieron: todavía hoy, cuando terminé mi odisea de una línea completa del metro acompañada de un gato dopado y chillando los dos, algo en mí deseaba que me encontrara con una bruja, que no me diera confianza y que me regresara con él a ver qué hacíamos; sin embargo, su nueva familia es ideal. 

Ahora mi gato es mexiquense. No quiero ni llegar a mi casa llena de pelos porque sé que si desde esta mañana no puedo dejar de extrañarlo y mientras escribo esto no paro de llorar sin importar que estoy en un Internet público, acostumbrarme a la vida sin mi Gati será realmente difícil. Nueve años juntos. Juntos. Gracias.


lunes, 24 de junio de 2013

Serie: Palimpsestos (I)

Estás acostumbrada a las palabras:
un recuerdo feliz no hace felicidad.

Siente,
siente empatía por el viejo que pregunta.

Escríbete un poema, anda,
que vean que no sólo te das
sino que te recibes.

Martilla los lugares donde te sostienes,
anda,
que otros puedan seguir
los pasos que ya diste.

Escribe.
Para.
Escribe.
Borra.

Guarda aquello que borras,
te gusta pensarte luego
como una adivinanza.

Escribe.
Sal.
Escribe.
Azúcar.

La gente nos está mirando,
quiere sabernos;
por eso nos miro yo también
con mis ojos de muertanomedueles.

Si te pasa, que pase:
yo también vengo vestida de largo.

domingo, 2 de junio de 2013

Dactilar

Tramo de luz, espejo en espirales,
piel adhesiva al sol de una mirada,
viento de norte intenso, llamarada,
risa de sal, remedio de mis males.

Qué dejará este amar de carnavales,
de una escalera a nubes destinada...
Qué habrá de germinar si, huracanada,
la noche siembra gestos inmortales.

No sabremos de aromas condenados,
ni de voces que digan lo vivido
y exploten entre gritos imantados;

mas sabremos del mar, en cuyo nido
los sueños volverán cristalizados
para labios sin tiempo y sin olvido.

sábado, 25 de mayo de 2013

Serie: Levántate y anda (I)


hay una esfera en mi infierno para ti
puedes volar en ella pero no puedes irte
porque las cosas tuyas que has plantado
milímetro a milímetro son siempres
y nuncas orquestados
a tu ritmo

sí, tú elegiste el sitio de tu propia ausencia
tendiste un campo y césped amarillo
para que todos alrededor supieran
que ése era tu lugar, sauce sin lágrimas
ese agujero gris donde nadie te toca
lejos de cualquier otro
cerca sólo de ti
eso deseabas

no te maldigo, sería obsequiarte mucho
pero a veces te miro en un olvido
y digo
           es cierto
                           hay alguien clausurado


y mirándome fijo, no hay remedio:
soy capaz de este sótano de rostros
de esta cuenca y palabras acalladas
que no quitan ni un ápice de sueño
ni impiden caminar páramo a páramo

clausuro, sí, clausuro
como después lo he hecho
con otros como tú
y los que vengan

miércoles, 15 de mayo de 2013

Yo, maestra

Mis primeras clases impartidas fueron jugando, de niña, con mis amigas. Me encantaba tomar el rol de estar frente a grupo y usar hojas recicladas, cortesía del papá de alguna de ellas, para usarlas como listas de asistencia o exámenes. Además del papel, me gustaba el papeleo que implicaba ser profesora, lo que no deja de parecerme irónico ahora que lo sufro tanto. 

Después quise entrar a CONAFE. Saliendo de la secundaria mi madre me convenció de que era yo muy chica y agradezco haberle hecho caso, porque comenzar la docencia al concluir la prepa, en 1998, sin duda fue mucho más provechoso por edad, por visión y por conciencia. Desde la primera vez que tuve que caminar tantas horas entre montañas para encontrar la comunidad “Los Alisos”, en el municipio de Calvillo, Aguascalientes, supe que estaba ante algo que cambiaría mi vida. Y así fue.

Tras una ardua capacitación, por fin me asignaron mi comunidad: “Los Puentes”. De pronto, a mis 18 años, ya era maestra y más aún, maestra rural, de vivir toda la semana en ese lugar en donde el tiempo de verdad se ha detenido, donde la lógica es otra. Recuerdo haber llegado a la comunidad aterrada (en todos los sentidos posibles) y recuerdo también mi alivio al conocer a quien toda la vida será mi amiga entrañable: Ana, quien estaba ahí para encargarse del preescolar. Ambas nos dimos valor, y comenzamos.

Pasó un año y pasó de todo. A mí me correspondía la primaria, todos los niños organizados en tres niveles tomando clase simultáneamente, conmigo como única guía; parecería que no, pero funciona. “Enseñar” a alguien a leer y escribir es lo más glorioso que puede sentirse, pero también lograr que los niños de sexto certifiquen su primaria, o que los de tercero aprendan a multiplicar con cajitas y piedras... En fin, quien quiera saber lo que es dejar huella indeleble en las personas, vaya a dar clases en una comunidad rural, pero viviendo en ella el día a día como se hace en CONAFE, y comprometiéndose a mejorar su calidad de vida integral. Eso da una sensación de trascendencia que nunca se va, y más aún cuando lo vives a una edad en la que muchos otros no pueden ni consigo mismos. No sólo Ana y yo tenemos una ahijada llamada, obviamente, Ana Alejandra, sino que años después seguíamos visitándolos y nos seguían recordando perfectamente. No dudo que aún lo hagan, como también nosotras lo hacemos aunque la lejanía nos obligue a no hacérselos saber.

El siguiente año me tocó visitar varias comunidades como tutora y era hermoso, aunque sin duda extrañaba estar frente a grupo. Pero eso no sucedería hasta mucho después, al salir de la universidad, al tener algo específico qué compartir con mentes más jóvenes que la mía; sin embargo, ahora que lo veo en retrospectiva, aún en CONAFE y a pesar de lo mucho que me gustaba dar clases, la verdad es que no había pensado gran cosa en mí misma como maestra. Todavía tenía aquella idea de que estaba yo ayudando a alguien, en vez de entender que era justamente al contrario; eso lo sabría después, cuando la vida me llevara por esos inciertos y espinosos caminos llamados “escuela secundaria”.

Sí. Afirmo categóricamente que si antes ya se había despertado un drástico cambio en mi vida al tener la responsabilidad de ser docente en un entorno complejo que a fuerza hace abrir los ojos, fue al comenzar a dar clases de Español en el Instituto Patria, con todos los grupos de secundaria para mí solita, cuando realmente tuve que voltearme a ver a mí misma y enfrentarme conmigo antes que con los dulces adolescentes que tuve la fortuna de conocer. Lo de “dulces” sí es sarcasmo.

Me hicieron ver mi suerte, sí, pero el primer año me bastó para intuir que era yo quien estaba desubicada, por intentar aparentar una autoridad que no me quedaba y por no aprovechar de veras los valiosos minutos que tenía con ellos. Por verlos como enemigos a vencer. Entonces, movida por esa intuición, comencé a tratar de conciliar mi “yo” de afuera con la “yo” maestra, lo que me ha llevado los últimos siete años ininterrumpidos de acertar y equivocarme. No lo he logrado del todo, pero sí hay un gran cambio, uno enorme. Y sé que ha valido la pena porque veo en mí misma ese trayecto que me ha hecho tomar muchas decisiones; finalmente, el profesor es un ser ejemplar, quiéralo o no, y si uno se lo toma en serio resulta que debes ser el primero en generar cambios internos y externos, porque eres responsable de lo que dices a tus alumnos. En cuanto me di cuenta de que de verdad el docente tiene una influencia tan poderosa en la mente de los estudiantes (y no me di cuenta por las vías más lindas, cabe decir), comencé a pensar mucho más cuidadosamente en mí, y a transformarme. No hay otra palabra para lo que ha sucedido conmigo.

Como todos los que estamos en esto, he tenido experiencias duras. No sólo las clásicas del alumno que es grosero al punto de la crueldad, del grupo que se te pone en contra o del individuo que de plano no aprende “nada” (al menos nada de lo que tú te esforzaste en “enseñarle”), sino otras que han marcado mi vida. Desde el alumno que se fue de mojado y dejó mi escuelita rural, hasta el cierre del Instituto Patria, justo en el año en que yo me vine al D. F., que fue más dramático y terrible de lo que todos hubiéramos esperado aunque nos hizo únicos de muchas maneras al enfrentarlo juntos. O la muerte de Vanessa, una alumna entrañable, lectora ávida, con quien compartí aula durante dos años y un poco más, con quien siempre me identifiqué y que todavía me recordaba aunque yo estuviera en otra ciudad y ya no fuera su maestra. Mucho de lo que hago va por ti, preciosa.

Pero hasta esas experiencias tan desagradables y dolorosas son dignas de grabarse en oro, porque ésa es la magia de la educación. En la educación nada es total, nada es negativo, todo es un proceso o parte de un proceso: de todo se aprende. Siempre hay una oportunidad para reivindicarse, nada de lo que haces te marca en realidad porque todos los seres humanos estamos en formación constante. Y, siempre y cuando estés abierto a evaluarte, a cambiar y a aceptar, encuentras en todo momento la forma de acercarte más al ser humano que deseas ser. Concepto que, por cierto, también está en transformación constante pero sí existe.

Yo no sé qué imagen he dejado en mis alumnos; sé que muchos sonríen cuando me ven, y eso es suficiente porque no puedo evitar también que haya a quien le repugne pensar que yo le di clases, o a quien me le he borrado permanentemente de la memoria. La consigna para todo profesor es que “con uno” a quien le hayamos hecho bien es suficiente, y en ese sentido me permito poca humildad al afirmar que yo he rebasado ese promedio. Y soy muy feliz por eso, y me gustaría decirle a cada alumno que he tenido un “gracias” de corazón.

Me asombra haber conocido ya a tantos jóvenes, y ahora verlos (gracias a las redes sociales) crecer y convertirse en bellísimas personas. Confieso que es verdad lo que todos perciben dentro del aula: sí, siempre los profesores tenemos estudiantes con quienes nos identificamos más y ellos lo saben; pero también es cierto que entre más te aventuras a conocerles y a darles un trato en verdad personalizado, encuentras afinidades y admiraciones que te hacen darte cuenta de que detrás de cada uno hay una historia, como sucede con todos nosotros, y que lo peor que se puede hacer es juzgar.

Así que a mis alumnos y ex alumnos latosos, a los sensibles, a los sarcásticos, a los introvertidos, a los fiesteros, a los platicones, a los creativos, a los hiperactivos, a todos: fuera etiquetas, por más cursi que se oiga (qué quieren, soy “miss”), son parte fundamental de mi vida. Como alguna vez les dije a mis queridos patrieros, ustedes se encuentran conmigo en un punto de su vida en el que todo es cambio e incertidumbre, en un camino que apenas empieza, mientras que yo me encuentro con ustedes en un momento de plenitud que me hace disfrutarlos totalmente. Por eso ahora ya no me es posible enojarme cuando estoy “en maestra”: no hay nada en un alumno que pueda agredir al hígado, y por más que uno deba fingir que grita y que está harto, lo que hay en realidad son ganas de ayudar en la formación de grandes personas. Ése es el objetivo, pase lo que pase.

Ahora soy un poco más la maestra que siempre quise ser, y puedo notarlo (también un poco más) en la forma en que logro comunicarme con mis actuales alumnos. Sé que estoy acercándome a mi verdadero “yo docente” cuando salgo de dar clase, ando por el mundo y me siento la misma que cuando estaba en el aula. Tal es mi regulador. A veces me gustaría retroceder el tiempo y compartir con mis ex alumnos lo que ahora hago, lo que ahora pienso, lo que ahora he logrado comprender y que no entendía cuando les di clase a ellos. Pero bueno, fueron parte de mi formación de un modo que jamás podré agradecerles, y al menos estoy segura de que no les hice daño. Por eso hoy, que es un día en el que medio país estará recordando a algún maestro para bien o para mal, diciendo que la educación es un asco o un tesoro, exaltando o ninguneando la figura docente, yo les recuerdo y les celebro a ustedes, mis alumnos y alumnas; los de hoy, los de ayer y (espero) los de mañana. Gracias por ser mi escuela.

sábado, 11 de mayo de 2013

Autopsia

Para dormir y para no dormir, para tranquilizarse y para acelerarse, para evitar ser lastimada y para lidiar con las consecuencias: las tomaba todo el tiempo, a todas horas... Lo que nos permite concluir que la causa de la muerte ha sido, en definitiva, una sobredosis de decisiones.

lunes, 6 de mayo de 2013

Tregua


"I'm afraid I can't explain myself, sir. Because I am not myself, you see?”
― Lewis Carroll, Alice in Wonderland 

Y mientras escribía esa carta negra
donde el odio era lengua desatada
y toda la belleza de una lágrima
daba a luz un dolor
engendrado en la culpa;
mientras todo moría
(lo hermoso)
en palabras hostiles
y en rencor hecho puño,
un viajante volvió:

era el espejo.

Desembarcó en el punto de mis letras.
No hizo más que mirarme, y lo supe:
CUANTO DOY A LOS OTROS
SE DUPLICA EN MI SOMBRA.

No hizo más que extenderse, y lo dije:
EL VENENO SE QUEDA ADHERIDO EN NUESTRAS MANOS.
NADA SE LANZA SIN DEJAR ALGO DENTRO.
Recuérdalo, Alejandra.

Rompí la carta negra,
y alimenté con ella el tiempo muerto.
Él escupió estos signos
que no alcanzan poesía
sino tierra que nombro
así, sin ritmo.
Dale sentido, Alicia.

Y repetí, hasta quedar desierta:
ESTO ES EL clavo SOSTENIENDO EL muro
PARA EVITAR olvidos
QUE NOS HAGAN herirnos.

viernes, 12 de abril de 2013

[Proyecto: Voy a repetir estas palabras hasta que dejen de decir lo que necesito.] Diecisiete.

Estas,
palabras que proyecto:

necesito
voy
dejen

repetir:

necesito de
voy a
dejen que

¡que dejen!

Palabras,
voy a palabras,
necesito de palabras,
dejen palabras,
estas,

hasta decir.

martes, 9 de abril de 2013

Serie: Jamming musical (II)

Esperándote
(Bajofondo)

Yo me inundo, contención
y no quiero contenerme
y me sala la sangre
me hiela una intención poderosa busco
no busco
no noche
y qué si podemos ser otros
y qué si arriesgar
qué importan las constelaciones
las estrellas se juntan al azar
no destí, no promé, terso cié, lo imposí
pero estamos y hay vida
mi columna vertebral se camina a pasos juntos ya no sé si hay edad para creer porque creo
por qué, creo
me gustan las palabras a dos voces
a tres cuerpos
a cuatro manos
a cinco vidas
a seis tomos
a siete revelaciones
a ocho espasmos
a nueve intensidades
a diez decibeles
bajo la escalera de mi risa que ya conoces que no quieres soñar que te inventa a diario
no hay soledad no lo creas es el hartazgo del mediodía de la medianoche de la mediavida
así
como tu mediausencia



domingo, 7 de abril de 2013

Serie: Jamming musical (I)

I'm sticking with you
(The Velvet Underground)

 
De dónde vendrán las imágenes
que nos asaltan luego de soñarnos,
cómo la luz se funde inagotable
con la sombra de todo
para crear universos nunca mesurables
curvas extrañas que la memoria alista
para el día y la noche
disfrazadas de espanto
de odio
y coincidencias

Desear es dejar quedarse
hasta que se termine la cuenta regresiva
porque todo lo que se desea,
si no se cumple,
se convierte en sal húmeda:
imposible probarla
si no es en el mar de lo perdido
que a veces buscaremos
por la buena costumbre
de robarnos el tiempo
para ser quienes fuimos
por un instante breve
casi imperceptible
que nos ciega,
porque el deseo ido es el sitio
donde estuvo la luz
y ahora sólo hay ecos de esa luz
en el vacío que pudo haber sido algo
pero fue el mismo nunca, 
siempre



viernes, 5 de abril de 2013

Cante, o algo

Así,
como el lirio que se adhiere
al agua
como un espejo asir
como cuando un sombrero
sigue la línea
de la frente

tengo de cerca el fuego así

no sabemos de otros atardeceres
y por eso venimos a buscarlos
aquí

porque es una danza que sólo
tú conoces
va el callar, viene el decir
paso de suspí
ro, paso de caré
ta y burbujas rompiéndose
en las caras
de los niños

                                           vioLENTAMENTE

no cambia la sustancia
se queda el mudo mundo

aplauso en pie reverencia un gracias de la médula y adiós telón


miércoles, 3 de abril de 2013

Serie: Sonidos (I)

Cuídate mucho Todas las mañanas Hooooola no te veía Perdón Sí: Coyoacán, su centro que retiembla. Silencios jugueteando entre las olas de murmullos: el miércoles. Agua sobre paredes, deslizándose lenta y cálida: la soledad. Viaja la música a tus oídos por convicción propia, has decidido el volumen alto y desde ti la vida parece un musical, mientras ojos te miran como película muda. Gestos de cantar, gestos de entender: tu vida en banda sonora. Una guitarra acústica, el círculo de sol: tus pasos decididos hacia el café de siempre. Los audífonos desprendiéndose de tu oído hacen el mismo ruido que debe escuchar el interior de la botella de vino cuando el corcho es extraído. Ido.

Debes estar actuando muy ceremoniosamente o es una hermosa casualidad, pero la voz que te da la bienvenida y te indica dónde está la conexión más próxima te trata con respeto, se sabe oída. Pides: frío, dulce, hielos para chocar en vaso de cristal, líquido viajando por el plástico hasta tus labios hasta tu lengua hasta tu sangre que es un mar violentísimo estrellándose en piedras de timbre agudo. Escuchas la ese-hache continua del viento que suspende su paso entre la erre-u a veces erre-a a veces erre-o a veces te-erre de los autos que pasan junto a la ventana donde te ordenaste sentarte porque te dijiste: vas a escuchar, porque te dijiste: acuérdate de cuando agradecías que te lo preguntaran, acuérdate: “¿Qué oyes?”.

Cuando escribes esto, justo esto, tus manos son el ruido de las teclas, vertiginoso y temeroso de olvido. Tu voz de dentro dicta como si el taquígrafo, como si la magia, como si fluirse. A tu alrededor, conversaciones: Esto El amarillo domina Es éste el tono Exactamente. En realidad no quieres oír todo, pero llama tu atención que si el fondo musical es uno, esté en pantalla un cantante con actitud distinta. Acaso te interesa lo que ves, te preguntas sin mucha intención de interrogante. No, te respondes sin mucha intención de firmamento. Alguien te ha sonreído desde fuera, eso sí te interesa, su sonrisa sonó a fruto cayendo del árbol y te das cuenta de que el ruido de la bicicleta que lleva a un lado te ha sonreído, también. Tú sonreíste, y sonaste a las pequeñas campanas que colecciona tu abuela. Los objetos hacen el mismo ruido que sus dueños, concluyes, y entiendes mejor por qué las teclas que presionas se oyen hoy ansiosas por momentos, pero también intensas, chispeantes, nostálgicas, asombro.

Y escuchas de pronto el rojo de tu blusa. No lo miras, lo escuchas: dice miedo a caer, dice yo estoy contigo, dice fuerza, dice puedes, dice van dos días seguidos que te vistes de rojo, ¿lo has notado? Dice: recuerda, recordar es concierto grabado en piel, recordar es parvada llegando a descansar al árbol próximo. Escuchas a esa yo que intenta un no, que dice recordar es golpe seco es trueno que antecede tormenta es tormenta, pero no haces caso y tintineo de llaves, pasos en escaleras, una voz, una risa, paredes de papel, ideas que viajan por las ondas sonoras que se encuentran y firman su contrato para ser un acuerdo. Escuchas la memoria de esos días y te das cuenta del silencio en que te has convertido, las teclas respiran, la página te habla de tatuajes. Y escuchas desde dentro una marea que viaja hasta tu rostro, un navío indescriptible que no te dice aún si subirá a tus labios para arquearlos o buscará en tus ojos el cauce del océano.

Viento va, viento viene: respiras. Llamas a las sirenas que viven en tu lengua y ellas calman tu mar, ni curva ni lágrima. Te quedas en mirada, todo tu cuerpo se ha ido a escuchar tu mirada, que entona aquel poema del espejo y los labios, del suspiro y la sombra, del esperar y el irse. Te quedas en mirada que es la voz, y ya nunca el callarse.

Te das cuenta del frío, del café, del encuentro. Vuelves a oír las voces, ha pasado una hora y han pasado huracanes. Todo pasa, te dices, y sales a envolverte en tu sonrisa, que ha llegado de pronto sin aviso. Por qué sonríes, preguntas.

Porque se puede, y melodía de créditos finales.

domingo, 31 de marzo de 2013

Serie: Silencios (II)


— Un adiós no es adiós si es de puertas abiertas— dije,
y no hubo eco.


Hay un tacto metálico
pegado a mi mejilla:
es, y no es, la noche
que me pide al insomnio.
¿Cómo darme a la noche
si hay destinos
que se alargan al cielo
igual que rizos rubios?
Como aquel verso extraño,
como la tinta en él
que viaja alrededor
de poemas ya leídos,
de máscaras que miran
siempre a tiempo,
siempre cerca del sol
para que no haya dudas,
aunque siempre las haya.

sábado, 30 de marzo de 2013

Serie: Silencios (I)


Desde hace cinco meses,
cada tarde,
escribo cartas largas
a mi amigo imaginario.

el que sube escaleras
el que duerme en mi hombro
el que explota y se ríe
el que devora espejos
el que sabe el revés
el que mira a kilómetros
el que puede la magia

La calle, que es mezquina,
no comprende y me dice:

"Poseer", y lo dice así, entre comillas,
"Po-se-er", y lo dice así, cortado en sílabas
con las dos és perfectas,
saboreando fonemas
y en mayúsculas:
"P O S E E R" un amigo imaginario
es como ir a ese bosque,
(y lo señala)
elegir cualquier árbol, abrazarlo,
volver al día siguiente
y creer que se abraza al mismo árbol.

Yo le explico en dos partes,
como he visto que hacen los mayores:

Uno:
Mi abrazo no posee,
no elige, no cree nada:
él sabe ser abrazo
como tú eres la calle,
como yo sé que amo.

Y dos:
Mi amigo imaginario es el alma de Árbol
que está en todos los árboles.

lunes, 18 de marzo de 2013

Cápsula del tiempo, 2007

(Escrito por la yo de hace cinco años. Dejemos que ella se haga responsable.)

¿Cómo retrataría un cineasta esta cosa que siento? Me quedo aquí, mirando el frasco de tinta y sé que está en el anaquel; de súbito miro el ataúd y enseguida se va. Y no es que se vaya precisamente, pero, ¿por qué lo miro? Sabría que estoy loca si algún día le diera un puñetazo al espejo de cuerpo entero. Sería genial que sucediera mientras me maquillo, a ver si así entiendo que soy demasiado joven, como diría mamá. Entonces me quedo aquí, tratando de separar los hilos de esta cuerda que cuelga del cuaderno, con sólo dos dedos. ¿Será posible? Y si sé que no, ¿por qué lo hago? 

Insisto en que sería muy funcional que el creador, sea quien sea, nos proveyera de una cámara al nacer. Así podríamos filmarnos, retratarnos, entendernos. Hay tantos gestos propios que se nos escapan... Ahora mismo he creído sonreír, ¿cómo saberlo? Si estuviera loca, lo sabría. Porque los locos han entrado a su interior. Qué redundancia tan falsa: cuántos son capaces de cerrar la puerta desde dentro...

Ahora sería un buen momento para una toma panorámica. Y yo que sé tan poco de cine. Nada más que lo esencial, pero eso no sirve para dirigirme a mí misma. Vamos, un close-up desenfocado en principio para reflejar la incertidumbre de esta historia costumbrista que no acepta sus límites. Quizá sólo por eso la ovacionarían en Cannes. Dos, tres, cuatro minutos: lo suficiente para llenar de lágrimas unos ojos. Aunque no sean los míos.

                                                                                                 5 de octubre, 2007.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Soneto hacia otra orilla

                                                                       A.

Pensar se vuelve esclavo de uno mismo,
sol eclipsado, puente que se queda,
la cortina del yo se desenreda
y el continuo soñar se vuelve abismo.

Mas habremos de amar, mientras se pueda,
el engrane de vivo cataclismo
que nos mueve hacia adentro en fértil sismo
y nos vuelve inventores de la rueda.

Pensar es una cuerda que no ata,
un viaje al centro de lo que has guardado,
que a veces hace bien y a veces mata;

y al final del pensar me habrá quedado,
además de esta página escarlata,
un eco del decir, amurallado.

lunes, 11 de marzo de 2013

Oda al silencio

                                               (A tu salud, sin resonar de copas.)

A punto de invadir esa voz que no es mía
recuerdo, en la embriaguez de mi torrente,
la belleza infinita del silencio:
Cuán hermosos los labios sin la tensión del beso,
cuán sublime el suspenso de palabras no dichas...

Y al recordar, retiro mis ejércitos
de soldados ruidosos y grotescos,
conversadores ávidos,
escandalosos,
necios.

Entonces, como un mantra luminoso,
pido a la vida calma, calma siempre,
para el disfrute pleno
de escuchar desde el aire
hacia todos los fondos,
como lo sabes tú, que de ti aprendo.

Y ruego:

Que las olas me traigan tu callar,
que la brisa se vuelva no decir,
que los ecos suspendan esta noche
y sintamos el ser en estos cuerpos
sin tinta ni armonía.

Hablemos de no hablar:
llegue el silencio.

lunes, 4 de febrero de 2013

Levedad



Abre los ojos limpios para este amanecer
que el sol te mire a ti entre los volcanes.
Estás vivo/Estás viva.
Fluyen cuatro elementos en tu sangre:

Agua, manantial dulce,
humedece y fecunda.

Aire, huracán y brisa,
un respiro de instantes.

Tierra, fuente de huellas,
donde los nombres quietos.

Y fuego, casi incendio,
hermoso y diminuto,
incapaz de dañar.

Eso es tuyo.

Y cuando en el silencio no hay secretos,
todo poema cantará verdades.

Si puedes saber esto, eres mío/eres mía.
Si no, piérdete en nuestro ritmo,
y cuéntale a tu amante que leíste palabras
que no dijeron nada.

domingo, 13 de enero de 2013

Cabañuelas 2013: El recuento

Aquí la recopilación de mis cabañuelas 2013, que ahora fueron mucho más extensas que las anteriores; es que el año dio para mucho. Las pongo en versión Facebook y versión Twitter (que sí fue distinta a conciencia esta vez), para que el registro quede completo. Nos vemos en las cabañuelas 2014, amiguitos.


1 de enero, 2013. Cabañuela #1: Asólate y asómbrate.

En 2012 confirmé y tomé como ley de vida lo que es sabido por todos, no se hagan: si nos limitamos a lo que ya conocemos de cierto, en cualquier aspecto, dejamos fuera posibilidades que nunca habríamos imaginado. Es verdad también que a veces tales posibilidades no resultan como quisiéramos, pero entre ellas siempre llega algo que vale la pena por sí mismo. Está bien ser cuidadosos y escépticos ante todo; sin embargo, cuando la maravilla te asalta en despoblado ni cómo hacerse el indiferente... no queda más que rendirse ante ella. Y rendirse así es ganar, de cualquier manera.

Conclusión: También es bueno ser uno mismo lo sorprendente, de vez en cuando. Vale igual.

La capacidad de asombro no es un accesorio, sino una obligación. Ejércela y siémbrala en los demás

2 de enero, 2013. Cabañuela #2: Ahí está el punto.


Ayer mi sabia hermana me compartió su teoría sobre la tinta invisible, esa con que está pre-escrito un diario y que uno mismo va revelando cuando suceden las cosas. Creo que eso va mucho más allá de la idea de Destino y está más bien relacionado con darnos tiempo para leer el mundo conforme lo vamos escribiendo. Hay muchos clichés al respecto, lo sé, pero pensemos que por algo existen... Me acordé también de esa célebre conferencia de Steve Jobs en Stanford, una de cuyas ideas centrales es, precisamente, que el sentido de cada existencia se encuentra al “conectar los puntos”; pero esto, dice, solo puede hacerse en retrospectiva y es realmente sorprendente tomar conciencia de todo lo que “tuvo que pasar” para llegar a cualquier punto, que luego será solo una estación para un punto posterior y así sucesivamente. Y ya que este 2012 me reconectó conmigo y me trajo el cumplimiento de un enorme “sueño” que alimenté durante años y que en alguna estación creí que no se lograría (¡¿ya mencioné que por fin soy puma?!), he adoptado este cliché como si fuera un padre. No es una fábula de metas que se cumplen, para nada: es solo pensar en que el camino posee significado si uno quiere construirlo; y si no, también.

Conclusión: Decir lo ya dicho es reescribir y, por lo tanto, resignificar.

Todo cobra sentido cuando se unen los puntos en retrospectiva. Sí, ya lo dijeron otros, yo nomás le hago al Pierre Menard.

3 de enero, 2013. Cabañuela #3: ...Y a mis soledades voy.

Pues sí, es tiempo de decir que estoy conmigo. A casi un año de ser soltera de nuevo tras una larga historia que algunos conocen (y si no, ni modo), creo que el único “parasiempre” posible es el de ser uno. Y no se malentienda, me fascina la idea de la otredad, de la compañía, de intuir a los álguienes alrededor: finalmente yo soy también un prójimo y tenerlo siempre en cuenta significa entender que cada otro es un individuo, con todo lo que tal cosa representa. Esto da ventajas en cuanto a tolerancia, empatía, convivencia y demás, pero en sentido estricto sé que lo único mío es el yo. Imposible perder una certeza así.

Conclusión: Si quieres compañía, cultiva una solitaria.

Tras haber vivido una novela rusa, me quedan dos certezas: a) lo único "eterno" es ser uno y b) "yo soy también un prójimo...".

4 de enero, 2013. Cabañuela #4: Esa bonita costumbre de acrostiquear, o de cómo el nombre lo es todo.

INSTRUCCIONES: Esta es una cabañuela interactiva. Tiene usted en sus manos nueve piezas y un tablero; favor de seguir los pasos con, o sin, cuidado.

1. Coloque primero la “A” marcada con el número 1 al centro, como base, por quienes ya aman a los perros.
2. Junte los bordes a la “L”, por aquellos que se recordarán solo en ocasiones especiales, si acaso.
3. En la unión de las piezas anteriores sobreponga la “E”, por el asombro de los astros fugaces.
4. Ponga la “J” en posición vertical e insértela en el punto de quiebre, por la búsqueda misma.
5. Tome en sus manos la “A” marcada con el número 2 y colóquela en la parte posterior de la figura, por el lugar que Fue.
6. Coloque la “N” de cabeza en el ángulo recién formado, por una vida libre de promesas.
7. Remueva la protección de la “D” y adhiérala a la pieza anterior, por el lugar que ya Es.
8. En la parte superior debe haber quedado un espacio abierto; junto a él posicione con fuerza la “R”, por los limericks que falta escribir.
9. La “A” marcada con el número 3 es sumamente flexible y está diseñada para ponerla como, donde y cuando usted guste, por el placer de hacer y deshacer.

¡Listo! Esperamos que haya sido un éxito. Si se aburrió, se equivocó, dejó el juego a medias, quedó insatisfecho o perdió piezas, también de eso se trata. Ahora, si le es dado, haga lo mismo con su propio modelo para armar. Buen día.

Conclusión: Cuando era niña me cansaba tanto de hacer planas con mis eternas nueve letras, que le reclamaba a mi madre el no haberme puesto “Flor”. A veces sigo de acuerdo.

Ya lo dijo la Pizarnik: "alejandra alejandra/ debajo estoy yo/ alejandra". Nombres como tierra, y como tierras.

5 de enero, 2013. Cabañuela #5: Lado A.

Qué sería de la vida si no nos diéramos permiso de ser espontáneos así, sin miedos, y de romper con lo... iQué diablos! iHoy no hay cabañuela, eeeeh!

Conclusión: iFiesta en mi casa! iY en las demás! iVestidos bonitos para todos!


A la chingada las cabañuelas hoy, uno debe evitar a toda costa hacerse esclavo de su propia ocurrencia.

6 de enero, 2013. Cabañuela #6: ¿Qué pasó ayer?

No estoy de acuerdo con que recordar sea “volver a vivir”, me parece una idea enfermiza; pero sí creo que el Antes es la razón del Ahora y como tal, hay que celebrarlo. Porque más vale que nuestro Ahora nos fascine con todos los puntos que hubo que unir para alcanzarlo. Después de todo, ¿qué otra cosa tenemos?

Mi conclusión de hoy es un limerick à la María Elena Walsh, porque tengo que ir entrenando. Va:

Si guarda usted en cajas su pasado
puede gustarle o no, limpio o gastado;
mas si no lo renueva,
yo le diré: “qué hueva”:
entienda que hoy es antes, transformado.

(Alerta de tuit reciclado): Me gusta mi Antes porque es la razón de este Ahora que me fascina.

7 de enero, 2013. Cabañuela #7: Dispénsela...

Estoy por escribir un libro intitulado: “El galano arte de pedir disculpas”. Porque en honor a la verdad, desde que descubrí que pedir perdón era un antídoto no para el error, sino para la cruda que éste deja, he tratado de cultivar mi disculpabilidad lo mejor posible. No es pedir perdón porque sí: es saber cómo, cuándo, por qué, con quién y (sobre todo) para qué. He ido aprendiendo, poco a poco, a dejar pasar errores que solita me perdono o que otros consideran que cometí pero yo no, lo que sucede con frecuencia; pero cuando veo que sí la regué en algo que me importa, sea lo que sea, no tengo reparos en solicitar la absolución con toda sinceridad. Y el solo hecho de reconocer mi falla ante la gente que me interesa cura algo en mí; claro que si el otro condesciende conmigo y me perdona o me dice: “no hay por qué disculparse” (aunque sepamos que sí), más aún. Hasta uno se siente extrañamente contento de haberse equivocado. Sí, el chip del “dispenseusted” es uno de los mejores inventos de nuestros ingenieros creadores cuando se usa bien, aunque tampoco les hubiera costado nada hacernos menos propensos a cagarla.

Conclusión: No disculpe las molestias que esta cabañuela le ocasionó. Fueron a propósito.

Confiemos en la magia de un perdón bien pedido como bálsamo contra los efectos de nuestra humana propensión a cagarla.

8 de enero, 2013. Cabañuela #8: Más marthistas que Martha.

Un gurú es un guía que dicta enseñanzas de vida a gente con ganas de asombrarse, y eso no está mal porque a fin de cuentas cada quien obtiene lo que quiere y nadie está obligado a hacer lo que no desea. La cosa es cuando los seguidores se toman más en serio las enseñanzas que el propio enseñante, y en mi pequeña familia VIP nos acabamos de dar cuenta de que eso nos pasa. Fíjense: Martha, la matriarca y gurú, dice: “No es necesario celebrar juntos la Navidad”, y la feligresa Jimena se va a la playa de jipi, ¿por qué no?, mientras la gurú tranquilamente pasa las fiestas en familia. Otro ejemplo: Martha, la matriarca y gurú, dice: “¿Para qué queremos tanto canal en el cable si ni los aprovechamos?”, y la feligresa Alejandra se deshace definitivamente de todo lo que tenga que ver con la televisión, mientras la gurú tranquilamente ve “Master Chef” en su flamante Dish. Hay más ejemplos, pero herirían susceptibilidades, ja, ustedes saben. Lo que quiero decir es que este es quizá el descubrimiento más bonito del año que se nos fue, pues la matriarca es en realidad una gurú involuntaria a quien le da mucha risa que esto pase y muy a menudo ni se acuerda de sus designios, mientras que las seguidoras estamos más que contentas con los resultados de nuestra radicalidad. Porque eso, las palabras transforman a quien quiere ser transformado y está bien subirnos al tren de lo que dicen otros si nos parece exacto, mientras entendamos que una vez apropiado el dicho, las consecuencias del acto son exclusivamente nuestras.

Conclusión: Y que siga la Martha dando... pretextos para vivir bonito.

Aunque el decir sea ajeno, el actuar es propio. Y no se aceptan reclamaciones.


9 de enero, 2013. Cabañuela #9: Lados flacos.

No, no hablaré de la increíble cantidad de kilos que perdí en 2012 (literal y metafóricamente, ja), aunque no está de más mencionarlo... También en ese año glorioso capitalicé un poco más esa idea de que siempre estamos expuestos a dudar, a perder el rumbo, a autocuestionarnos. Sobre todo cuando pretendemos tener el control y el sentido de la propia vida en las propias manos (porque finalmente a eso jugamos), hay veces que el peso de esta idea nos rebasa, o que simplemente nos salimos del carril por descuido, por cansancio, por "influencia", incluso por elección o por el síndrome del “a ver qué”. No hay mucho qué decir al respecto, solo es cuestión de tenerlo en cuenta y aceptarlo. Eso creo. Y evitar, no las expectativas, sino el depender exclusivamente de ellas; armar planes B, perdonarnos, verbalizar la frustración, abrazar los complejos hasta que se calmen, escuchar lo que deba escucharse... tender un puente consciente para volver al camino que creemos correcto y que todos tenemos porque es inevitable. Aunque no es el mismo para cada quien. Eso sé.

Conclusión: Para no perder la bonita costumbre de las cabañuelas con soundtrack, comparto mi mantra actual para superar las flaquezas no requeridas. Fiona Apple me va a empezar a cobrar regalías.

 
Me gusta mucho ser más flaca que antes, pero no tanto flaquear... Aun así, lo acepto y lo abrazo: pasará.

10 de enero, 2013. Cabañuela #10: Efectos secundarios.


El año pasado, en mi cabañuela número 6 les hablaba de “Renunciatín”, el método que descubrí en 2011 para dejar círculos viciosos y demás. A un año de tratamiento, puedo decir que funciona o al menos, cubre mis expectativas. En 2012 renuncié a un trabajo, a presencias que parecían eternas, a la televisión, a la desidia, a la desinformación, a ciertos miedos, a la autocensura; y en cambio, pacté contratos nuevos (no perfectos, solo nuevos) con la lectura, la escritura, la conciencia, la impro, la docencia, la música, el cine, el ridículo, la información, los plazos y hasta conmigo, que soy vitalicia. Entonces, Renunciatín es una gran solución pero no solo por el mero abandono, sino porque permite abrir los espacios suficientes para bienvenir; a fin de cuentas, siempre hay algo en camino. Yo sí lo recomiendo. Y como dijo la sabia Érika Delfín: "Renunciatín causa efectos secundarios nocivos en el objeto renunciado, en uno no." Otro caso de éxito.

(Música de infomercial. Locutor: “Renunciatín, ¡porque dejar la incomodidad no es de cobardes, sino de hígados sanos!”)

Conclusión: Cabañuelas 2012, disponibles aquí y acá, por solo unos 9.99 minutos leyendo. Llame ya.

A un año de Renunciatín, el "esporelbiendetodos" evolucionó a "mevalemadres". #AutopromociónRetro


11 de enero, 2013. Cabañuela #11: “¿Qué oyes?”®.

La vida no es más que un conjunto de conversaciones posibles. Y la conversación es un sitio fascinante, sagrado, que te obliga a Decir y a Escuchar aunque no siempre se logre... Sobre decir nos creemos expertos, pero creo que es ley general que todos en alguna ocasión nos perdamos en nuestras propias palabras y dejemos el oído, interno y externo, desactivado. Quizá eso explique por qué hay veces en las que yo misma sé, en ese momento, que lo que estoy haciendo o diciendo está mal hasta para mí y aun así, por más que me digo que ya le pare, no lo hago; concluyo que se trata de errores de conexión, de escucha, que dejo pasar de origen y que luego ya no puedo desenredar. Así que mi penúltima cabañuela se centra en la vitalidad de escuchar con todas sus variantes: la lectura, la conciencia, la escritura misma, la apropiación, la apertura, la reflexión, el intercambio. A veces perderemos la brújula, porque así somos y qué le vamos a hacer, pero hasta eso hay que escuchar, ¿no? Y entendernos. Por eso me fascina la literatura y el arte en general, porque construye esos puentes hacia el entendimiento más allá de lo imposible, que tanto nos hacen falta; solo que, digo yo, si no somos capaces de elegir una percepción del mundo y revisarla/transformarla constantemente, tampoco nos sirve de nada pasar horas frente a creaciones maravillosas. Pero esa es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión.

Conclusión: Ya lo he escrito antes y me auto-reciclo: estoy convencida de que conversar auténticamente con otro, con uno mismo o con el mundo es descosificarse y afirmarse. Por el dulce concierto que tendría que volver a dibujarse, como antes, en las piedras...

Conversar en todas sus variantes nos afirma, nos desmasifica, nos milagrea: Escuchémonos.

12 de enero, 2013. Cabañuela #12: Verde, sí; humilde, quién sabe.

Ahora que me pregunto el porqué de todo, porque sí, pensaba de qué sirve este ejercicio de las cabañuelas además del juego de inventarme un género y una “tradición”. Entonces vi claramente que hay una parte del objetivo muy coherente con el narcisismo de dedicarme 12 días sin parar en una red social que supone lecturas de otros y hasta comentarios (pausa: siempre, siempre me maravilla que las cabañuelas tengan “likes”, empatía, comentarios y hasta mensajes extraordinarios... se los paso al costo, nomás, y lo agradezco en el alma); pero por otro lado, escribir esto también tiene qué ver con la expresión como defensa, como manifiesto y como escudo: Decir por, para, con, entre, desde, hasta. Siempre he creído que el lenguaje es la forma más exacta de humanidad y que una de nuestras misiones en la vida es perfeccionarlo tanto como se pueda; de verdad, venero absolutamente las palabras y me parece que hallar gente que les haga justicia es, como me dijo la poeta Nancy Gallegos en alguna ocasión, encontrar el Santo Grial. Por eso, por el superpoder de la palabra, me concentré en hacer de las cabañuelas un espacio de coherencia interna, de puesta en tierra, de autoanálisis y su consecuente autosíntesis. Y si lo hago público es un poco por el “porquéno”, pero también porque volcarnos en palabras es a veces un deber social, pero siempre un milagro personal. De esos que vale la pena sobreexponer.

Conclusión: Gracias infinitas por leer, o por no hacerlo. Todo es ganancia.