domingo, 26 de enero de 2014

En el desierto


                                                                                                   Gracias, JEP.

quizá sepa ahora de dónde
vienen mis ojos

porque me has dicho 'tus ojos
han llegado a des/tiempo' eso
me dijiste y yo pensaba
si el destiempo es lo único
que sabemos
del tiempo

y ahora
              qué sé yo
que el abandono
me desahucia las manos
más que un adiós bien dicho o un odio
consumado
en las esperas
          ahora
puedo partir detrás del que cruzó
el umbral
del que no volverá pero irá
al llamado de pasos que antes fueron
fueron de ir
han sido
no lo sabemos nunca
ni atinamos a nada

de ahí vienen mis ojos

de amarillentos diarios con muertes
diminutas lejanas
que sólo nadie sabe
de viajes hacia nortes 
interminables
y de vejez a fuerza de Salgari

por eso
porque no hay manera
ninguna apetecible manera
     por eso mis ojos          zarpan
y olean y
encallan y
trafalgarean
y aquello imaginable en el único puerto
sin relojes


no me preguntes cómo

domingo, 12 de enero de 2014

Corona de sonetos: Cabañuelas 2014

CABAÑUELAS

De nube a nube el tiempo, lluvia el año:
inundación de sal purificada,
ave de luz azul diseccionada,
doloroso extravío, muerte, engaño.

Fue dos mil y fue trece, llamarada,
fantasma diurno de un amar extraño,
pastor disperso de falaz rebaño,
fue la risa en presencia, coronada.

Se bienvino el equívoco y el llanto,
el sentido fue leve cuando ausente
y un ventanal se abrió para este canto.

Año espasmo, pretérito presente,
de rencor y mentiras, camposanto;
para el cuerpo al vapor, un continente.

(Despliegue)

De nube a nube el tiempo, lluvia el año,
se condensa la niebla cada día
y yo recuento aquí el cambio de vía,
en madeja que incierta desentraño.

Hubo de todo, menos cobardía,
hubo desiertas pieles como antaño,
pero si pasa el tiempo, sana el daño
y crecer no conoce de agonía.

Por momentos vencieron los enojos,
cuando la fe creyóse abandonada
y se oxidaron todos los cerrojos;

mas llega al fin el ánima en cascada:
sonrisa en labios tibios, y en los ojos
inundación de sal purificada.

Uno

Inundación de sal purificada
en una habitación llena de sueño
de la que es el revés único dueño
como si hubiera visto madrugada.

“Haz camino”, me dice, y frunzo el ceño,
porque ya creo estar amurallada,
mas me muestra una nueva encrucijada
que permite colores y diseño.

Abro entonces la vista y con empeño,
arriesgo el cuerpo hacia la noche alada
y a mi voz nuevo cántico le enseño.

Vuelo allá, desde el trópico a la helada,
y al universo doy, si me despeño,
ave de luz azul diseccionada.

Dos

Ave de luz azul diseccionada,
mira en relieve si la sed persiste
porque viene al recuerdo que tú diste
a este marco, el festín de la mirada.

El límite de golpe me expandiste,
devino el punto en línea no trazada
y pudiste mostrar a tu llegada
que a veces está bien quien está triste.

Y si alguien prejuzgara, todavía,
que sólo existe un centro y un tamaño,
darle un nuevo cristal, yo desearía;

pues sin esta ventana que no empaño,
en rigidez brutal, sólo vería
doloroso extravío, muerte, engaño.

Tres

¿Doloroso extravío, muerte, engaño?
¡Qué términos de hiel, qué poca risa!
Prefiero la palabra que hipnotiza
al sentido en altar, cual ermitaño.

Quiero tomar el rumbo a contrabrisa
y ser castaña, pero no castaño;
ser escalera, pero no peldaño;
soñar la nieve acústica, insumisa.

Permítaseme el té y el disparate,
matrimonio de abrazo y carcajada
que en verde corazón, humilde late.

Festejemos así la campanada,
pues, mi querida Alicia, este dislate
fue dos mil y fue trece, llamarada.

Cuatro

Fue dos mil y fue trece, llamarada,
año de agua, en sí mismo se refracta
y en corriente que de su miel se jacta
confluye negación ensortijada.

De lo siguiente les extiendo un acta:
a veces la sonrisa es rechazada,
mas si vemos verdad entrelazada,
también se aprende del que se retracta.

¿Sufriste alguna vez ese motivo?,
¿de sal humedeciste cierto paño
por algún cruel adiós definitivo?

Míralo así: ya nada es como antaño,
y el No se ha convertido en un esquivo
fantasma diurno de un amar extraño.

Cinco

Fantasma diurno de un amar extraño,
el pasado es un son que nunca cesa;
sumario de recuerdos, fortaleza
de sueños sin lugar, mina de estaño.

Es de sol su febril naturaleza,
de veredas su páramo aledaño
y si acaso nos muestra rostro huraño
es porque así de astuta es la belleza.

Venga el antes cual sucia primavera,
que el arpa del pretérito yo taño
para hacer la memoria verdadera.

Tiene la historia el vértice de hogaño,
pues sin ella el presente sólo fuera
pastor disperso de falaz rebaño.

Seis

Pastor disperso de falaz rebaño
parece ser el tiempo, que en su vuelo
siembra extravíos, causa mi desvelo
al llevarse de mí lo que acompaño.

Mas lo pienso dos veces y revelo
que si doy por ausencia ese regaño,
sólo consigo lágrima y me ensaño
con nubes que no son sino mi cielo.

Entonces nada pierdo, y el vacío
es sólo ese fantasma que a la nada
saluda desde el fondo de algún río.

No hay ausencia, es sólo la mirada
y en esa ruta, si algo nombré mío
fue la risa en presencia, coronada.

Siete

Fue la risa en presencia, coronada
por el instante de miradas ciertas
que devienen en sí, llaves abiertas
a intereses que llegan en cascada

y en cascada se van, porque las puertas,
así como celebran su llegada,
saben reconocer también la helada
certeza del adiós en sus cubiertas.

Es de soles posarse en pleno día,
pero también conocen desencanto
y retiran su luz sin fantasía.

No hay cómo celebrar alivio tanto,
si gracias a la ruta en doble vía
se bienvino el equívoco y el llanto.

Ocho

Se bienvino el equívoco y el llanto:
fiesta vivaz de anhelos y temores
que construye de versos sinsabores
pero también sonrisas de quebranto;

porque al mirar, digamos, esas flores
su forma se revela y el encanto
se desliza en lumínico adelanto
de aquello que al brotar serán colores.

Hay una fuga púrpura en el todo
que revela el fulgor de lo aparente
y otorga al tiempo un orden y un recodo;

así fue como, unidos cuerpo y mente,
tuvo el alma certezas y a su modo,
el sentido fue leve cuando ausente.

Nueve

El sentido fue leve cuando ausente
y acarició las aguas de esta piel
que en sus bordes brillantes de papel
tiene un nido de brújulas latente.

Porque al norte conquista, en pleno, aquel
que no sólo conoce el mar silente,
sino que el eco de su voz ardiente
también esculpe a piedra y a cincel;

Por eso yo en silencios me contuve
y al besar esta voz que ya levanto,
pude seguir al viento cuando sube.

Entonces, al decirme sin espanto,
se condensó el llover en una nube
y un ventanal se abrió para este canto.

Diez

Y un ventanal se abrió para este canto
que es propio y se alimenta de otredad,
porque hay mucho de ajeno en la verdad
aunque nunca sepamos qué ni cuánto.

Es el otro una rota levedad
que ciega los sentidos con su manto
y con la suavidad del amaranto
se despliega sin prisa ni piedad.

Viene entonces la lúgubre certeza
de que no será nunca suficiente
porque somos del mar sólo una pieza;

así que en el fluir de este torrente,
sólo queda nombrar a esta proeza
año espasmo, pretérito presente.

Once

Año espasmo, pretérito presente,
déjame ser el aire que pregunta
y descansar del ánima presunta
que insiste en obligarme a ser lo urgente.

Quiero ser eslabón que nada junta
y resistir los golpes dignamente
para emerger del círculo en simiente
como huracán inverso que repunta.

Y si el camino va a reconocer
de la oportunidad la seña y santo,
también quiero borrar si da placer;

y saber clausurar a calicanto
para que el viaje mío sepa ser
de rencor y mentiras, camposanto.

Doce

De rencor y mentiras, camposanto
es este mar de tinta donde estrello
la ilusión de lo eterno, de lo bello,
y un mágico ritual en esperanto.

Digo aquí si contemplo o si destello,
si a la noche con sueños amedranto,
si bajo vendavales me trasplanto
o si cuelgo sirenas de mi cuello;

porque es un trazo el mundo y si me pierdo,
son mis líneas la ruta y la vertiente
que me dejan migajas al recuerdo.

La letra es ese beso que en mi frente,
muta en latir de mi costado izquierdo:
para el cuerpo al vapor, un continente.


(Abordaje)

Para el cuerpo al vapor, un continente
es el vaivén del ser en calendario:
de memorias perdidas, un osario;
de suspiros caídos, un suplente.

Y a su paso, cual lírico santuario,
se deposita el pulso firmemente
como si fuera amor lo que se siente
sobre éste, nuestro efímero escenario.

Pienso entonces que el sórdido latir
y esta intuición que a solas enmaraño
son acaso el sentido del morir

y advierto, sin que suene a desengaño,
que es la única certeza el devenir
de nube a nube el tiempo, lluvia el año.