Una vorágine: eso han
sido estos dos años para mí, adentro, conmigo.
La intensidad.
Un ventanal.
Es lugar común decir que
cada vez que deseamos hacer un alto en el camino para mirar lo que
hemos recorrido, parece que sólo hemos vivido un instante.
Hoy quiero dar la vuelta
a ese lugar común.
Hoy veo mi último año
en esta ciudad preciosa y sí, se aglutina con los otros que he vivido, pero su densidad es lo distinto. Es como si se
hubiera creado para mí un campo de algodones sobre el que puedo
andar sin temor a caerme o lastimarme. Una delicia.
El buen pretérito
sublima cualquier verbo, cualquier tiempo.
A final de cuentas,
después de haber enfrentado mi primera pérdida irremediable de
alguien queridísimo, me quedo con la idea de que todo esto consiste
en atravesar y atesorar, de principio a fin, historias que nos harán
perfecto ese segundo antes de morir. Ahí, en ese último respiro,
nos sostendrán todas las certezas alcanzadas y sabremos que Fuimos.
A eso llamaría misión cumplida. A eso, sin conflictos, llamaría felicidad.
Los recuerdos no son
adornos ni refugios: son el aire finamente cristalizado alrededor
nuestro. Ventanales a medida. Materia de sueños. Heroísmo.
Hace un año di mi testimonio, aquí mismo: tenía una
sonrisa y tenía corazonadas. De estas últimas, todas se cumplieron.
Todas. Viví intensamente el proceso para entrar a una maestría de
la que curso ya el segundo semestre y cada vez que camino por mi UNAM
me da un vuelco el corazón, lo que es decir a diario; comencé el
que ha sido quizá mi mejor año como profesora; bienvine personas
hermosas en mi vida y despedí a otras justo a tiempo. Validé mis
propias letras, las capitalicé y hasta las defendí con uñasdientes
de diva ante la falta de ética. Renuncié, dije no; dije sí,
acepté. Pensé en el revés y el sinsentido. Recobré estructuras.
Escribí y leí como no tengo memoria de haberlo hecho antes.
Dije todo, y hasta de
más.
Me disculpé de antemano
por estos arranques de honestidad exhibicionista y por mi exceso de lirismo en la praxis; después de todo, son parte de mí. Me hago cargo de ellos. Y me gusta.
Seguiré festejando mi
aniversario de regreso a la ciudad de México porque definitivamente
marcó un parteaguas en mi vida. Hay gente que me conoció antes y
ahora casi me desconoce; y aunque honestamente creo que no es para tanto,
quizá puedo aceptar que me pasó algo muy parecido a lo que llaman
el “segundo aire”.
Curioso, en una ciudad
donde la calidad del aire es cuestionable.
Pero yo también lo soy.
Y me gusta.
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