sábado, 20 de julio de 2013

Falso testimonio


Ni siquiera renunciar: el absurdo está ahí. Se imprime, se publica, se dice y nada cambia. No hay abrazos para nadie con mi rostro. Se usa la mirada de quien sueña la muerte, se llora, se agoniza. Da lo mismo. Es igual ser la víctima que ser el verdugo, cuestión de maquillaje y de vestuario. Se abandona, se vuelve, se es invisible para quien importa. ¿Y? Ya no son siquiera nada estas palabras. Ni sonido ni voz, ni lluvia ni equilibrio: mecanismos apenas de un no dios que se posa sobre dientes de león, a punto el viento.

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