(A tu salud, sin resonar de copas.)
A punto de invadir esa voz que no es mía
recuerdo, en la embriaguez de mi torrente,
la belleza infinita del silencio:
Cuán hermosos los labios sin la tensión del beso,
cuán sublime el suspenso de palabras no dichas...
Y al recordar, retiro mis ejércitos
de soldados ruidosos y grotescos,
conversadores ávidos,
escandalosos,
necios.
Entonces, como un mantra luminoso,
pido a la vida calma, calma siempre,
para el disfrute pleno
de escuchar desde el aire
hacia todos los fondos,
como lo sabes tú, que de ti aprendo.
Y ruego:
Que las olas me traigan tu callar,
que la brisa se vuelva no decir,
que los ecos suspendan esta noche
y sintamos el ser en estos cuerpos
sin tinta ni armonía.
Hablemos de no hablar:
llegue el silencio.
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