Qué son los labios sino dunas abiertas, asonantes. Perdidas.
No importan para nadie.
El tiempo ya es un sorbo de nieve azul y seca.
Rotas las luces,
disponemos a oscuras la escena de otras veces.
Siempre tan personal, tan silenciosa.
Evitamos vacíos innecesarios; los ojos, sobre todo.
La mirada es un síndrome terrible.
Entre instantes perfectos llega éste:
la música de un cuerpo es orquestada
de fin a principio, sin retorno posible.
Somos ápeiron. Fugaces contornos de un canto
o un grito.
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