La conversación es un sitio sagrado,
debieran rodearla con señales amarillas
para que no se traspase.
Siempre que dos apartan sus cabezas
de ese sol que baña sin saber de rostros,
sucede un humildísimo milagro:
el momento de ser persona y nombre
frente a otro que se descosifica,
se desmasifica y afirma
por el dulce concierto que tendría que volver a dibujarse,
como antes,
en las piedras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario