A mi olla
Por azares de un destino que me construyo cuando puedo y recuerdo, por fin le encontré sentido a un poemario que sufrí bajo patrocinio durante más de un año… Todos los apuntes inarticulados me parecieron de pronto seguidores de una lógica inexorable y sucedió lo que creí imposible. Claro que le busqué explicación a esto porque no planeo que sea la única vez que suceda o que se quede en el “chiripazo”, así que ahí va mi hipótesis: mi poemario surgió cuando pude explorar mis voces poéticas, lo que sea que esto signifique. Sé que esto es muy vago, pero es lo único que he podido dilucidar y me convence bastante, así que ya es algo.
Pero lo que realmente quería decir es que tengo un secreto deseo no cumplido en lo que se refiere a mi intento por escribir poesía, lo que me lleva a preguntar: ¿se puede hacer reír, intencionalmente, con un poema? (nótese que me regresé a escribir el “intencionalmente”). Si hubiera alguien al otro lado de este texto podría escuchar claramente sus “porsupuestos”, y yo misma me respondo eso si pienso en cierto Catulo, cierto Quevedo, cierto Neruda, cierto Borges, cierta Sor Juana, ciertos todos. Pero así como que el poema sea un buen chiste… No dejo de pensar, con ciertas bases teóricas que me parece conocer, que sería como esforzarse demasiado, creer conocer al receptor no sin mucha soberbia, volcar en un texto más super-yo del requerido… Pero de eso a afirmar, no me siento tan afortunada… Nótese que los puntos suspensivos son más necesarios de lo que se puede intuir… … … … …
Pero lo que realmente quería decir es que estos pensamientos me llevan necesariamente al estilo autodenominado “urbano” (con todos los sic que la ocasión requiere) en el que se arman metáforas (¿vale?) con elementos ¿cotidianos?/ ¿vulgares?/ ¿inesperados?/ ¿estúpidos?/ ¿curiosos?, para manifestar una vena creadora que oscila entre una pretendida iconoclastia y una muy peculiar idea de renovación mezcladas con humor derbeziano e ingenuidad barniesca. O eso creo entender al tratar de pactar algún código de lectura con estos populares (¿populacheros?) autores, a cuya amabilidad apelo para entender su arte poética, que alguna vez, a instancias de alguno de sus iguales, intenté seguir con consecuencias indescifrables.
Y ya entrados en confesiones, lo que realmente quería era perder 35 minutos escribiendo esto. Tantán.
Por azares de un destino que me construyo cuando puedo y recuerdo, por fin le encontré sentido a un poemario que sufrí bajo patrocinio durante más de un año… Todos los apuntes inarticulados me parecieron de pronto seguidores de una lógica inexorable y sucedió lo que creí imposible. Claro que le busqué explicación a esto porque no planeo que sea la única vez que suceda o que se quede en el “chiripazo”, así que ahí va mi hipótesis: mi poemario surgió cuando pude explorar mis voces poéticas, lo que sea que esto signifique. Sé que esto es muy vago, pero es lo único que he podido dilucidar y me convence bastante, así que ya es algo.
Pero lo que realmente quería decir es que tengo un secreto deseo no cumplido en lo que se refiere a mi intento por escribir poesía, lo que me lleva a preguntar: ¿se puede hacer reír, intencionalmente, con un poema? (nótese que me regresé a escribir el “intencionalmente”). Si hubiera alguien al otro lado de este texto podría escuchar claramente sus “porsupuestos”, y yo misma me respondo eso si pienso en cierto Catulo, cierto Quevedo, cierto Neruda, cierto Borges, cierta Sor Juana, ciertos todos. Pero así como que el poema sea un buen chiste… No dejo de pensar, con ciertas bases teóricas que me parece conocer, que sería como esforzarse demasiado, creer conocer al receptor no sin mucha soberbia, volcar en un texto más super-yo del requerido… Pero de eso a afirmar, no me siento tan afortunada… Nótese que los puntos suspensivos son más necesarios de lo que se puede intuir… … … … …
Pero lo que realmente quería decir es que estos pensamientos me llevan necesariamente al estilo autodenominado “urbano” (con todos los sic que la ocasión requiere) en el que se arman metáforas (¿vale?) con elementos ¿cotidianos?/ ¿vulgares?/ ¿inesperados?/ ¿estúpidos?/ ¿curiosos?, para manifestar una vena creadora que oscila entre una pretendida iconoclastia y una muy peculiar idea de renovación mezcladas con humor derbeziano e ingenuidad barniesca. O eso creo entender al tratar de pactar algún código de lectura con estos populares (¿populacheros?) autores, a cuya amabilidad apelo para entender su arte poética, que alguna vez, a instancias de alguno de sus iguales, intenté seguir con consecuencias indescifrables.
Y ya entrados en confesiones, lo que realmente quería era perder 35 minutos escribiendo esto. Tantán.
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