Me contaron la leyenda del amor montado en un grillo impaciente y diminuto. Que cuando por ventura se posa en algún oído, es capaz de detener al mundo y por mundo me refiero al interior del dueño del oído. Pero que invariablemente llegará el aburrimiento, la desesperación o ambos, y abandonará su tienda de campaña dejando basura por doquier. Es lo más racional que me han dicho desde aquel asunto de dios que ya he olvidado.
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