La cultura del "tuiteo" o del "manifiesto instantáneo" ha probado su eficacia como arma social contra el olvido, la manipulación, la tendencia a tapar el sol o, peor, a darle carpetazo; pero este fenómeno de masas, cuyo producto último han sido las redes sociales pero que se origina mucho antes de éstas, también nos está jugando en contra.
Resulta para mí curioso, valga el término, que la "pregunta ancla" en un medio como Facebook para compartir nuestro "estado" sea "¿Qué estás pensando?". Viéndolo bien, tal cuestión sintetiza de mil maravillas la necesidad e invitación principal de esta nuestra cultura tuitera: trasladar a palabras un pensamiento de suyo dinámico, que se construye, deconstruye y reconstruye constantemente a partir de la realidad que lo genera. ¿Es esto posible?
Quizá, pero en el ínter y por una falta de educación en lo virtual (la preparación para lo que nos ofrece la tecnología no sólo debe ser técnica, sino cognitiva y actitudinal), nos exponemos a riesgos de niveles varios, que han ido desde los despidos, las rupturas amorosas o los malos entendidos por postear irreflexivamente bajo la tentación del "quéstáspensando", hasta lo que me parece más grave: la tendencia a formarnos una conciencia social desechable.
Y he aquí lo que me preocupa: que por apresurarnos a tomar partido ante situaciones de interés común se nos reduzcan las opciones a una triste imagen unidimensional y, de pilón, en blanco y negro; que el nuevo debate, en lugar de enriquecer la agenda de discusión y acuerdos, entierre al anterior como si no tuviéramos memoria de mediano o largo plazo ni capacidad para establecer conexiones entre hechos que indudablemente están interrelacionados, muchas veces de manera más que evidente.
Así visto, estoy convencida de que este pensamiento de "pisa y corre" es una amenaza galopante, tanto o más que la desinformación. Y no se malentienda: me parece un lujo precioso e indispensable que tengamos un ágora virtual a la que podamos correr para dar cuenta de nuestra postura ante la gran aldea, pero como dejó claro el sabio Stan Lee, ya que tenemos ese poder colectivo no podemos olvidar la responsabilidad que viene con él. Y creo que nuestra responsabilidad primaria es organizarnos.
Será que mi hámster camina más lento que el del resto o que no me atrevo todavía a entrar de lleno a la cultura tuitera, pero llevo pensando en esto desde hace aproximadamente 10 escándalos mediáticos. En este lapso presencié toda clase de ideas, unas muy bien fundadas y otras no tanto, pero todas ellas valiosas sin duda. La cuestión es: ¿qué se hace con todo ese registro? O para ser más específicos, ¿debe hacerse algo o basta con que quede en eso, en un registro del tipo "qué estás pensando"?
Sigo a marchas forzadas, tratando de emparejarme con la inmediatez y la prisa de una sociedad urgida de hacerse escuchar y fascinada ante su propio poder, quizá recién descubierto, pero una cosa me queda clara: no podemos quedarnos en trasladar a la pantalla "lo que estamos pensando". La maravilla de ingresar a un sitio virtual y asistir a un fragmento del inconsciente colectivo es justamente que de él pueda generarse el diálogo y del diálogo, la conciencia. En algún momento tendremos que hacernos cargo de ello.
1 comentario:
Fíjate yo tengo tuiter. Generalmente escribo tonterías. Sigo a pocos y después de 5 minutos ya me empieza a doler la cabeza de tanta información no-tan-relevante y lo cierro.
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