domingo, 28 de junio de 2009

¿ Y qué diablos tenían que ver los peces?

Ayer me pedían, para un nuevo proyecto, elegir de entre mis textos tres o cuatro representativos. Re-pre-sen-ta-ti-vos, pensé, madre mía... Me descubrí sufriendo el leerme de nuevo. Mi "obra" me ha parecido siempre un banco de peces inquietos (algunos muertos/flotantes por descuido, otros obesos por sobrealimentación), lo que no quiere decir necesariamente que no me guste (ni siquiera me he puesto a pensar en ello), sino que la encuentro desorganizada y poco me he asumido como creadora para elegir criterios que me permitan estructurarla. Eso es: poco me he asumido como creadora. Cada poema, cuento, ensayo o entrada para blog (ja) ha sido desde mi perspectiva un logro aislado que me genera dudas, lo que no sería negativo del todo si no fuera porque la duda me arranchera en el mal sentido, inhibe mi instinto publicador y me desvincula de la creación en mi espacio geográfico, incluso en mi espacio personal. Si escribo bien o mal no lo sé, pero escribo y no ignoro que hay un cierto nivel de compromiso en ello, aunque no atine todavía a saber con exactitud de qué naturaleza. Diría en principio que personal, si desde mi primer poema (sobre el temblor del '85, a los cinco años) podría trazar a solas una ruta no autobiográfica, pero sí autorreferencial, que no me he dado el tiempo de visualizar. Habrá entonces que considerar seriamente la re-pre-sen-ta-ti-vi-dad como posible, probable, asequible, alcanzable. En tus manos me pongo, Altazor.

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