La aguja parpadea, nudo
en tránsito y qué somos, qué sentimos, cuánta emoción varada en
manantial de días, minutos, labios tersos. Puerta se abre, se abre y
no hay manera: se abre. Hay veces que la punta del lápiz es lengua
conteniéndose, dando vuelta, borrándose a sí misma. Que hable el
respiro al cuello, mejor, por qué entintarse si el mar es del que
viaja así, sin redes. Y el otro es un viaje distinto, ajeno,
siempre. Mas se puede el codo a codo y el asombro, manos únicas,
nuevos alfabetos. Se abre. Lo único es el tiempo de antemano el
querer de antebrazo el mundo de anteojos desde noches sin sueño. Ese
yo y ese usted que se deshojan en nombres cuyo instante es el fruto.
Llave de arena para
cerrojo de agua.