— Un adiós no es adiós si es de
puertas abiertas— dije,
y no hubo eco.
Hay un tacto metálico
pegado a mi mejilla:
es, y no es, la noche
que me pide al insomnio.
¿Cómo darme a la noche
si hay destinos
que se alargan al cielo
igual que rizos rubios?
Como aquel verso extraño,
como la tinta en él
que viaja alrededor
de poemas ya leídos,
de máscaras que miran
siempre a tiempo,
siempre cerca del sol
para que no haya dudas,
aunque siempre las haya.