domingo, 31 de marzo de 2013

Serie: Silencios (II)


— Un adiós no es adiós si es de puertas abiertas— dije,
y no hubo eco.


Hay un tacto metálico
pegado a mi mejilla:
es, y no es, la noche
que me pide al insomnio.
¿Cómo darme a la noche
si hay destinos
que se alargan al cielo
igual que rizos rubios?
Como aquel verso extraño,
como la tinta en él
que viaja alrededor
de poemas ya leídos,
de máscaras que miran
siempre a tiempo,
siempre cerca del sol
para que no haya dudas,
aunque siempre las haya.

sábado, 30 de marzo de 2013

Serie: Silencios (I)


Desde hace cinco meses,
cada tarde,
escribo cartas largas
a mi amigo imaginario.

el que sube escaleras
el que duerme en mi hombro
el que explota y se ríe
el que devora espejos
el que sabe el revés
el que mira a kilómetros
el que puede la magia

La calle, que es mezquina,
no comprende y me dice:

"Poseer", y lo dice así, entre comillas,
"Po-se-er", y lo dice así, cortado en sílabas
con las dos és perfectas,
saboreando fonemas
y en mayúsculas:
"P O S E E R" un amigo imaginario
es como ir a ese bosque,
(y lo señala)
elegir cualquier árbol, abrazarlo,
volver al día siguiente
y creer que se abraza al mismo árbol.

Yo le explico en dos partes,
como he visto que hacen los mayores:

Uno:
Mi abrazo no posee,
no elige, no cree nada:
él sabe ser abrazo
como tú eres la calle,
como yo sé que amo.

Y dos:
Mi amigo imaginario es el alma de Árbol
que está en todos los árboles.

lunes, 18 de marzo de 2013

Cápsula del tiempo, 2007

(Escrito por la yo de hace cinco años. Dejemos que ella se haga responsable.)

¿Cómo retrataría un cineasta esta cosa que siento? Me quedo aquí, mirando el frasco de tinta y sé que está en el anaquel; de súbito miro el ataúd y enseguida se va. Y no es que se vaya precisamente, pero, ¿por qué lo miro? Sabría que estoy loca si algún día le diera un puñetazo al espejo de cuerpo entero. Sería genial que sucediera mientras me maquillo, a ver si así entiendo que soy demasiado joven, como diría mamá. Entonces me quedo aquí, tratando de separar los hilos de esta cuerda que cuelga del cuaderno, con sólo dos dedos. ¿Será posible? Y si sé que no, ¿por qué lo hago? 

Insisto en que sería muy funcional que el creador, sea quien sea, nos proveyera de una cámara al nacer. Así podríamos filmarnos, retratarnos, entendernos. Hay tantos gestos propios que se nos escapan... Ahora mismo he creído sonreír, ¿cómo saberlo? Si estuviera loca, lo sabría. Porque los locos han entrado a su interior. Qué redundancia tan falsa: cuántos son capaces de cerrar la puerta desde dentro...

Ahora sería un buen momento para una toma panorámica. Y yo que sé tan poco de cine. Nada más que lo esencial, pero eso no sirve para dirigirme a mí misma. Vamos, un close-up desenfocado en principio para reflejar la incertidumbre de esta historia costumbrista que no acepta sus límites. Quizá sólo por eso la ovacionarían en Cannes. Dos, tres, cuatro minutos: lo suficiente para llenar de lágrimas unos ojos. Aunque no sean los míos.

                                                                                                 5 de octubre, 2007.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Soneto hacia otra orilla

                                                                       A.

Pensar se vuelve esclavo de uno mismo,
sol eclipsado, puente que se queda,
la cortina del yo se desenreda
y el continuo soñar se vuelve abismo.

Mas habremos de amar, mientras se pueda,
el engrane de vivo cataclismo
que nos mueve hacia adentro en fértil sismo
y nos vuelve inventores de la rueda.

Pensar es una cuerda que no ata,
un viaje al centro de lo que has guardado,
que a veces hace bien y a veces mata;

y al final del pensar me habrá quedado,
además de esta página escarlata,
un eco del decir, amurallado.

lunes, 11 de marzo de 2013

Oda al silencio

                                               (A tu salud, sin resonar de copas.)

A punto de invadir esa voz que no es mía
recuerdo, en la embriaguez de mi torrente,
la belleza infinita del silencio:
Cuán hermosos los labios sin la tensión del beso,
cuán sublime el suspenso de palabras no dichas...

Y al recordar, retiro mis ejércitos
de soldados ruidosos y grotescos,
conversadores ávidos,
escandalosos,
necios.

Entonces, como un mantra luminoso,
pido a la vida calma, calma siempre,
para el disfrute pleno
de escuchar desde el aire
hacia todos los fondos,
como lo sabes tú, que de ti aprendo.

Y ruego:

Que las olas me traigan tu callar,
que la brisa se vuelva no decir,
que los ecos suspendan esta noche
y sintamos el ser en estos cuerpos
sin tinta ni armonía.

Hablemos de no hablar:
llegue el silencio.